Cuando el 10 de Mayo de 1871 la
República Francesa y el Imperio Alemán acordaban poner fin a la Guerra
Franco-Prusiana mediante la firma del Tratado de Francfort hacia casi cuatro
meses que la contienda había acabado realmente y el ejército Prusiano se
enseñoreaba completamente de las tierras de Francia, así pues, más que poner
fin a una guerra, el Tratado de Francfort servía para poner las bases de una
supuesta paz y de una futura guerra.
En virtud del Tratado de Fráncfort,
Francia perdía las regiones de Alsacia y Lorena ricas en minas de hierro y
carbón, reconocía a Guillermo I como Emperador de Alemania y, sobre todo,
aceptaba el pago de una indemnización de guerra consistente en cinco mil
millones de Francos Oro. Curiosamente Alemania debía ser indemnizada
económicamente cuando la guerra se había desarrollado íntegramente en
territorio francés con la destrucción de infraestructuras que ello implicó,
Francia había perdido casi 140.000 hombres mientras que Alemanias poco más de
28.000 y además se entregaba a Alemania dos importantes regiones ricas en
recursos naturales. Así pues ¿Por qué había que indemnizar económicamente a
Alemania?.
La imposición a Francia por parte de
Alemania del pago de esta indemnización de cinco mil millones de Francos-Oro de
1871, que aproximadamente se corresponde a la totalidad de la actual deuda de
Grecia, Chipre y Portugal juntas, no tenía por objeto cubrir ningún perjuicio y
ni siquiera sacar algún beneficio, hartamente obtenido con la incorporación de
las ricas regiones de Alsacia y Lorena al imperio germano, sino que el objetivo
era, como posteriormente se reconoció por el propio gobierno alemán, “lastrar
todo el desarrollo y poderío económico de Francia, al menos por tres generaciones”.
Con sorpresa y bastante desagrado los alemanes recibieron el pago total de la
indemnización en tan solo tres años y no pudieron cumplir su objetivo de hundir
a Francia en la miseria.
Cuarenta años después y con la
Primera Guerra Mundial como demostración de que los malos tratados de paz
aseguran futuras guerras, el Tratado de Versalles por el que se ponía fin a Gran
Guerra entre Alemania y la Entente invertía la situación y era Francia, contra
la opinión de sus aliados, la que forzaba a imponer a Alemania el pago de unas
exorbitantes reparaciones de guerra que marcarían la trágica trayectoria del
país germano y del mundo durante los siguientes años.
Las cláusulas económicas del Tratado
de Versalles imponían a Alemania, entre otras cosas, una reparación económica
consistente en el pago de ciento treinta y dos mil millones de Marcos-Oro
alemanes (Marcos Oro 132.000 millones) que equivalían a unos cuatrocientos
cuarenta y dos mil millones de dólares actuales (Dólares 442.000 millones). Los
vencedores de 1918 al igual que la Alemania de 1871 conocían perfectamente el
hecho de que imponer reparaciones o indemnizaciones económicas por parte de los
vencedores a los vencidos resulta absurdo ya que los vencidos no tienen con qué
pagar (1). Así pues, el verdadero objeto de las reparaciones del Tratado de
Versalles no era que Alemania las pagara sino que se esforzara durante años en
pagarlas lastrando de esta forma la economía germana de manera definitiva
apartándola de cualquier posibilidad de competir en la economía internacional.
En la actualidad no han existido en
Europa guerras recientes que hayan permitido imponer reparaciones o
indemnizaciones de guerra, pero no obstante los países europeos más fuertes han
seguido intentando controlar, dominar y lastrar la economía de los países
europeos menos poderosos mediante los distintos tratados de adhesión a la Unión
Europea primero y mediante la concesión de ayudas que se han traducido en
endeudamiento después.
Mediante los distintos tratados de
adhesión a la Unión Europea suscritos por diferentes estados a partir de 1973 a los nuevos estados
miembros de la entonces Comunidad Económica Europea se les imponían férreas
restricciones a la producción agropecuaria, privatizaciones de empresas
públicas y limitaciones a la producción industrial, todo ello para evitar la
más mínima competencia a las empresas y agriculturas de los estados
económicamente más fuertes. A cambio, estos nuevos miembros de la Europa
comunitaria percibían unas ayudas llamadas “Fondos de Cohesión” a fin de
construir infraestructuras que en muchos casos no eran ni siquiera necesarias y
por tanto eran claramente prescindibles. La recepción de esos “Fondos de
Cohesión” generaron la gran ilusión en los países perceptores de considerarse
enormemente ricos, se lanzaron a la realización de faraónicas obras de
infraestructuras acudiendo al endeudamiento exterior sin caer en la cuenta de
que las obras realizadas necesitarían posteriormente de enormes sumas para su
mantenimiento para lo cual deberían proceder a endeudarse aun más y así se
llegó a la situación actual. Numerosos estados europeos entre los que se
encuentra España tienen una enorme deuda que difícilmente podrán pagar ya que
entre otras cosas los recortes y medidas antisociales que se están tomando por
parte de los gobiernos solo tienden a asegurar el pago de los intereses anuales
de la deuda pero no la amortización de ésta. Por su parte no resulta creíble
que los estados acreedores crean seriamente que algún día podrán cobrar lo que
se les debe pero mientras continúan presionando, exigiendo e imponiendo medidas
son conscientes de que los estados deudores se han convertido en estados
vasallos que pueden entrar en una fase de liquidación y saldo.
Para terminar reproduzco un texto
escrito a principios del Siglo XX por el economista, presidente de la A.E.G. y
Ministro de Asuntos Exteriores de la República de Weimar, Walther Rathenau y
que hoy, mutatis mutandi, adquiere plena actualidad y vigencia para que cada
uno saque sus conclusiones:
“Cuando
existen dos naciones y una de ellas produce todo lo que necesita, mientras que
la segunda de las naciones precisa de los productos de la primera (2), a la
larga se establece entre ellas una relación o dependencia singular: la nación
que recibe los productos tratará primero de pagarlos en géneros, pero como la
otra nación no los necesita, con ello la obliga a buscar otros medios. ENTONCES
SURGE LA LIMITACIÓN. Paga en géneros industriales, en hipotecas, en acciones,
pero la base real de estos títulos queda siempre en el país que los ha
entregado. Queda todo como antes: agricultura, ferrocarriles, industrias. Sin
embargo, el otro país dispone de las propiedades del suelo, de las fábricas, de
los medios de transporte, de manera que sus dirigentes deciden en lo que respecta
a las colocaciones de los empleados y también a los que les corresponde aprobar
o no las nuevas inversiones (3). Todos son pasos que conducen a una creciente
influencia del otro país.”
“Este
fenómeno puede ser definido así: la nación más débil paga en poder (4) y la
nación más poderosa se aproxima a la otra como un propietario o arrendador. En
unas relaciones de tal índole, casi todos los habitantes dependen personalmente
de los extranjeros.”
¿Reconoce el lector la limitación
impuesta que existe en Grecia, Portugal, Chipre, Irlanda y España?.
(1) Es de indicar que a esta misma conclusión debieron
llegar los aliados en 1945 ya que a pesar de que la destrucción y muerte que
sembró la Segunda Guerra Mundial en Europa fue infinitamente mayor que la
generada por la Primera, las reparaciones de guerra impuestas a Alemania tras
el conflicto fueron tan solo de veinte mil millones de Dólares (Dólares 20.000
millones).
(2) O se ve obligado a necesitarlos.
(3) Entiéndase también prestación de
servicios públicos.
(4)
Entiéndase también soberanía.
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