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martes, 26 de marzo de 2013

EL AHORRO ¿QUÉ ES? ¿PARA QUÉ SIRVE?



            Las últimas declaraciones vertidas en el Congreso de los Diputados por el titular del Ministerio de Hacienda, don Cristóbal Montoro, insinuando la posibilidad de establecer un impuesto, aunque muy pequeño, sobre los depósitos bancarios, esto es, sobre los ahorros que las personas tienen guardados en los bancos suponen un acto de clara irresponsabilidad política y una declaración de intenciones de segura inmoralidad y de dudosa legalidad.

            En una economía perfecta e ideal, cosa que casi ninguna economía real es, las rentas que se ingresan deben aplicarse a tres partidas de la siguiente manera: un tercio para el pago de los gastos corrientes, un tercio para inversiones y/o consumo y un tercio para el ahorro. Las dos últimas partidas pueden variar y dedicarse más de un tercio a las inversiones y/o consumo y menos al ahorro o viceversa, pero la partida que no varía y la que es sagrada porque se ha de satisfacer siempre es la del gasto corriente. La mayor parte del problema de la economía española y de la inmensa mayoría de las economías domésticas en España radica precisamente en que el gasto corriente ha sido enorme en una forma pertinaz y su pago ha consumido íntegramente su parte de los ingresos y la totalidad de la parte de ingresos destinada a inversión y ahorro hasta el extremo de que se ha tenido y se tiene que acudir a financiación externa para su satisfacción, con todo lo que ello implica en materia de pago de intereses y la imposibilidad, en muchos casos, de hacer frente a las deudas contraídas.

            El ahorro está integrado por todas aquellas donaciones o masas hereditarias, que tributan en el Impuesto de Sucesiones y Donaciones (ISD) que se reciben y se guardan, pero sobre todo el ahorro es la parte de las rentas, que tributan en el Impuesto sobre el Rendimiento de las Personas Físicas (IRPF), que no se consumen. Por tanto, todo ahorro existente ya ha tributado ya sea en el Impuesto de Sucesiones y Donaciones o en el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, por lo que poner un nuevo gravamen sobre los ahorros depositados en los bancos supone pagar dos veces por lo mismo además de tener un carácter claramente confiscatorio pues gravar aquello que genera o puede generar rentas, y no solo las rentas que se generan, supone un trasvase de riqueza y de patrimonio de los particulares hacia el estado lo que es lo mismo que una expropiación o requisa cuya consecuencia no solo es el empobrecimiento temporal de la población sino su más absoluto pauperismo.

            En la situación económica previa a la actual crisis, y más aun durante la misma, no todos los ciudadanos podían permitirse el ahorrar pues prácticamente toda su renta la tenían que dedicar al pago de los gastos corrientes, pero aquellos que modestamente conseguían ahorrar una pequeña cantidad al mes generalmente la depositaban en un banco bajo la forma de algún tipo de depósito a plazo (si es que no les engañaban con “las preferentes”) por el que conseguían un pequeño interés. Las personas acudían a depositar sus pequeños ahorros a los bancos no tanto por el interés que les daban, que era y es realmente insignificante, sino por la seguridad ya que, estando las cosas como están en materia de seguridad ciudadana, tener todos los ahorros en casa resultaba y resulta extremadamente peligroso tanto económica como físicamente.

            El ahorro siempre obedece a dos leyes intangibles e inexorables que son la desvalorización y la variabilidad. La primera, la ley de la desvalorización consiste en que el ahorro que no se incrementa periódicamente (generalmente de forma anual) con nuevas rentas no consumidas se va consumiendo aunque no se gaste porque su valor termina siempre siendo devaluado por los Incrementos de los Precios al Consumo (IPC), es decir, si se tienen ahorrados mil euros que se traducen en un poder adquisitivo actual de X, dentro de dos años, si el ahorro de esos mil euros no se ha visto incrementado por nuevas cantidades ahorradas, su valor y poder adquisitivo será de X menos Y.

            Por su parte, la ley de la variabilidad supone que todos los ahorros que se tienen depositados en los bancos o guardados en casa, son siempre variables, pues teniendo a fecha 31 de Diciembre de un determinado año la cantidad X, en la misma fecha del año siguiente, dependiendo de las circunstancias personales y económicas del ahorrador, dicha cantidad puede ser de X más Z o de X menos Z porque tal cantidad ahorrada puede verse incrementada por nuevas cantidades destinadas al ahorro o verse consumida en parte a causa de alguna necesidad o satisfacción de algún deseo.

            El ahorro, que debe diferenciarse del acaparamiento de capitales al igual que el ahorrador debe distinguirse del avaro (1), no es un lujo tal como muy interesadamente se pretende hacer creer a la población porque sobre los lujos se pueden justificar y llegar a comprender la imposición de gravámenes, sino que el ahorro constituye una necesidad y supone un síntoma revelador de la sanidad de una economía. Toda economía que no presenta a niveles domésticos un porcentaje, aunque sea ínfimo, de ahorro y a nivel estatal un porcentaje, por pequeño que sea, de superávit es una economía débil, enferma y propensa a padecer crisis terribles, pues el ahorro o el superávit indican la capacidad de resistencia de un estado y de una sociedad ante los pasajeros e imprevisibles infortunios económicos (2). Por otra parte el ahorro, o mejor dicho parte del ahorro, puede destinarse a aprovechar una oportunidad de inversión aunque fundamentalmente no es ese el objeto del ahorro y siempre es aconsejable que el pequeño ahorrador no invierta cantidades que no pueda permitirse perder, pues siempre hay que considerar la posibilidad de que la inversión salga mal.

            Y lo expuesto en el párrafo anterior nos lleva a responder a la pregunta de ¿Para qué sirve el ahorro?.  El ahorro precisamente sirve para proporcionar a las personas seguridad, libertad de acción y capacidad de respuesta ante cualquier imprevisto económico o de cualquier otro tipo que pueda surgir a lo largo de la vida. Con la seguridad que nos proporciona el ahorro obtenemos el beneficio espiritual de la paz y la tranquilidad en nuestra existencia que nos permite pensar que, con los ahorrillos que se tienen o con una parte de ellos, podemos disponer de una economía saneada, la libertad de acción nos permite que tal vez, en algún momento, podamos destinar parte de esos ahorros a satisfacer un puntual capricho (un viaje, por ejemplo) que deseamos desde hace tiempo o aprovechar una oportunidad de inversión que nos han propuesto y que nos parece interesante y, finalmente con la capacidad de respuesta se nos proporciona la posibilidad de salvar un imponderable económico minimizando los riesgos y reduciendo los perjuicios que el mismo puede ocasionar.

            Sentada la base de lo que es el ahorro, de su necesidad y de las leyes intangibles e inexorables que le gobiernan y habiendo razonado que el ahorro no constituye en ningún caso un lujo, tenemos que indicar que las palabras pronunciadas la semana pasada por el Ministro de Hacienda del Gobierno de España suponen una grave irresponsabilidad política y económica ya que las mismas, sin llegar a concretar nada, podrían provocar la fuga de los grandes depósitos, esto es, de los grandes capitales, o la ocultación de los mismos mediante el alquiler de cajas de seguridad (3) en las distintas entidades bancarias de nuestro país así como la retirada de depósitos de los pequeños ahorradores atemorizados ante la posibilidad de perder sus ahorros sin haberlos disfrutado, todo ello en perjuicio del sector financiero que vería disminuir el número de sus depositantes en un momento en que el crédito se encuentra retraído a consecuencia de la falta de liquidez de los bancos. Por otra parte, esa retirada de depósitos conllevaría una reducción en los ingresos del estado ya que las rentas de los depósitos retirados dejarían de tributar en el IRPF y sobre las mismas no se podría aplicar la retención del veintiuno por ciento que actualmente se viene aplicando. Finalmente las manifestaciones del señor Cristóbal Montoro inciden y profundizan en el despropósito, ya iniciado por todos los gobiernos anteriores y en gran parte responsable del presente drama social y económico que padecen los españoles, de desincentivar el ahorro de los ciudadanos en vez de fomentarlo por todo lo cual el señor Ministro de Hacienda debería presentar su inmediata e irrevocable dimisión.


           



















(1) La figura del ahorrador ha de diferenciarse del avaro. El ahorrador junta a lo largo de su vida una pequeña cantidad de dinero para utilizar en caso de necesidad, es decir, por seguridad, mientras que el avaro, magníficamente retratado por Moliere, acumula dinero porque su simple visión y posesión le genera placer. Mientras que el ahorrador consumirá parte de sus ahorros por necesidad el avaro jamás se desprenderá de la más mínima parte de lo acumulado aunque para ello tenga que vivir en la más absoluta miseria. El ahorrador es una figura de la ciencia económica, el avaro es una figura de la psico-patología.

(2) En épocas no tan lejanas, como puede ser el Siglo XIX, estaba muy bien visto y se consideraba un excelente político a aquel que al dejar el cargo dejaba algún dinero en las arcas estatales, es decir, dejaba superávit. En cambio en la actualidad la tendencia es a la inversa porque se puede llegar a premiar y a considerar a una persona como un magnífico estadista  si deja endeudado a un país por varias generaciones siempre y cuando haya dejado construidas unas maravillosas infraestructuras que no sean utilizadas por nadie o cuyos beneficios no justifiquen las inversiones realizadas.

(3) Es de indicar que solo los grandes capitales pueden fugarse u ocultarse pues es seguro que ningún ciudadano de a pié puede pagarse con sus ahorros una “red de fuga de capitales” o una operación de “ingeniería financiera” y, aun en el muy raro y extraño caso de que sus ahorros ascendieran a la nada despreciable cifra de doscientos mil euros, con tal cantidad ni siquiera le abrirían una cuenta en Suiza o en un paraíso fiscal. Por otra parte desde aquí asesoramos gratis a don Cristóbal Montoro, que tantos asesores bien pagados tiene, regalándole la idea de poner un impuesto lineal que grave al arrendador de Cajas de Seguridad en entidades financieras e incluso le indicamos la posibilidad de que su Ministerio tome las medidas oportunas para conocer qué es lo que hay depositado en dichas cajas pues se puede tratar de dinero negro o no declarado y, en cualquier caso, escamoteado a la tributación.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Supongo que robar al ahorrador, que soy de los que creen que lo de Chipre llegará a España, perfeccionado, puede ser una manera de retrasar la declaración de la bancarrota de España. Eso sí, que nadie crea que por entrar en esa situación los acreedores dejarían de cobrar. No es la primera vez en la historia española –Felipe II y los genoveses– que algunos importantes acreedores seguían cobrando pese a la declaración oficial de bancarrota.

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