Queridos carlistas
Ante la nueva convocatoria electoral en nuestro país
quiero dirigirme a vosotros y a cuantos españoles quieran escucharme, con la
vista puesta primero en ella y, luego, en un horizonte que la sobrepasa, aunque
haya que prepararlo desde ahora.
Mucha gente está preocupada porque no comprende lo que
pasa.
Mi padre, Carlos Hugo, se remitía así al origen del
problema político: “El estado no es la fuente jurídica del Poder, es solamente el
instrumento ejecutivo de la voluntad popular”.
Y es que el estado no es un fin en sí mismo, ni una
empresa mercantil donde lo único importante es el balance económico. El estado solo se justifica si sirve al
bien común mediante un correcto ejercicio de la justicia distributiva. Sus
poderes deben estar limitados no solo por un adecuado marco jurídico, sino
también por los distintos cuerpos sociales que articulan la sociedad civil. El
carlismo ha planteado siempre esta necesidad de potenciar la sociedad, porque
de ella sale el impulso colectivo como punto de partida de cualquier solución
política.
Hoy en
día la corrupción política ha afectado a la moralidad pública, agraviándola seriamente. Se han utilizado las instituciones para asegurar el enriquecimiento
personal y empresarial de una gran parte de la clase política. Mientras se
aplicaban recortes sociales en educación, sanidad, dependencia o cultura, que
han recaído en los sectores más desfavorecidos, se enquistaba, con doble moral,
la evasión fiscal y la fuga de capitales, o en el peor de los casos, la
prevaricación y la malversación de fondos.
Quiero insistir en el hecho de que, en los últimos años, la desigualdad no ha dejado de crecer en
las Españas, los derechos sociales se han visto cercenados y afrontamos un
rápido empobrecimiento de la población, que nos está haciendo retroceder a
períodos que creíamos superados. La lucha contra esta situación debe ser la
finalidad principal del ejercicio de la tarea política, que únicamente debe
mirar atrás para evitar cometer los mismos errores del pasado.
Los
únicos enemigos son: la pobreza, el desempleo, la exclusión social y la pérdida
de derechos que amenazan a nuestros compatriotas, y, ante esta panorama tan desolador,
debe ceder toda diferencia partidista.
Habrá que luchar por la valoración del trabajo, ya que no
podemos aceptar que la riqueza se obtenga por medio de salarios bajos y
horarios abusivos.
Afrontamos unos tiempos duros, por ello es exigible a
todos los que a estas elecciones concurren que sean sinceros y expliquen cual
es la situación real del país y cuáles son las soluciones propuestas. No es admisible que, tras recabar el voto,
se apliquen programas contrarios a los manifestados en campaña.
Muchos de nuestros compatriotas están sufriendo un
verdadero drama personal y social, por eso es
igualmente exigible a los políticos que recuerden que un gobierno se debe a
todo un pueblo, y no solo a sus votantes, y que todo afán de protagonismo
individual y de partido, o cede ante la obligación de solucionar los problemas
reales del pueblo o es pura frivolidad.
Estos tiempos duros también afectan al resto de Europa,
donde la desesperación de las gentes está haciendo emerger los viejos fantasmas
del totalitarismo. Aunque hoy este problema no se da en nuestro país, os animo a que no os dejéis encandilar
nunca por promesas imposibles, huyendo también de los defensores de estados
autoritarios, del signo que sean, y consideréis a los partidos y a los líderes
que reúnan las cualidades de creatividad, ejemplaridad, honestidad, sinceridad
y valentía, capaces de solucionar los problemas, tanto los inmediatos que son graves, y sepan prever los futuros, siendo capaces
de promover el cambio al que
todos tenemos que aspirar. Así lo dice el Papa Francisco: “Mirar la realidad de otra manera ya que la
humanidad ha ingresado en una nueva era”.
Pocos hablan de esta problemática, que sin embargo toca a
la supervivencia del planeta. Hay que
promover un comercio justo y que apoye la consecución de una economía circular,
eficiente en usos y recursos, limitando los impactos ambientales. No es posible
un desarrollo sostenible sin luchar contra la pobreza y la desigualdad.
Debemos
optar resueltamente para promover y defender opciones ecológicas, apoyando a
las energías renovables y a quienes luchan por ellas.
La protección del medio ambiente requiere una gestión creativa del bien común
y de los valores económicos y sociales. Las soluciones nunca aparecen por sí
mismas, las creamos las personas.
En cuanto al horizonte más amplio, al que me he referido
anteriormente, debemos optar por Europa,
aun siendo conscientes de sus defectos, que habrá que corregir, empezando por
los egoísmos, causa de la proliferación de movimientos extremistas y xenófobos.
Pero hemos de tener presente que Europa es nuestra gran patria común, debiendo
constituirse, irrenunciablemente, en un espacio de libertad y progreso social
donde no tenga cabida el autoritarismo creciente.
Termino este mensaje subrayando otras palabras de mi
padre, “El Estado se hace de abajo arriba y no de arriba abajo”. Esta debe
ser nuestra tarea actual, porque es la hora de darle inexcusablemente la vuelta
a la situación y hemos de saber hacerlo.
En este empeño nos encontraréis siempre a mí y a mi
Familia.
Europa, Junio 2016
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