La
semana pasada dimitió la Ministra de Sanidad, Carmen Montón, a causa de las
dudas surgidas sobre las irregularidades detectadas en la obtención de su título de postgrado, Máster en odioso
anglicismo y, por si esto fuera poco,
algunos también han puesto en entredicho la legitimidad del Doctorado obtenido
por el actual Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, al difundir dudas sobre la
autoría y originalidad de su Tesis Doctoral por lo que se ha visto obligado a
permitir la digitalización de la misma para que todo el que lo desee pueda
consultarla y hacer las comprobaciones pertinentes.
Con la dimisión de Carmen Montón y
con las dudas surgidas sobre el doctorado de Pedro Sánchez ya son cuatro los casos
de políticos de alto rango de nuestro país que se ven inmersos en problemas con
sus titulaciones académicas porque a estos dos casos últimos hay que añadir el
de la ex presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, y el del
actual Presidente del Partido Popular, Pablo Casado. Y... ¡Quién sabe si no
surgirá alguno más!.
Hubo un tiempo y un país en que para
ser Ministro se exigía estar en posesión de, al menos, una licenciatura
universitaria, como si dicha titulación garantizase la excelencia de la persona
que iba a desempeñar el cargo, cosa totalmente alejada de la realidad. No nos
cansaremos de repetirlo, por mucho que se pretenda sostener lo contrario; la
política, al igual que la economía y la guerra, es un conocimiento natural por
lo que el político, al igual que el economista y el estratega, nace, no se
hace. Un buen político debe gozar de un talento natural que le haga prever
situaciones comprometidas, engaños y trampas, debe saber adelantarse a los acontecimientos para evitar que estos surjan
o, si surgen, estar preparado para eludir o mitigar sus efectos adversos y debe
actuar siempre con previsión siendo consciente de que su trabajo se desarrolla
en el presente pero que se proyecta, influyendo o definiendo, hacia el futuro.
Si una persona no tiene ese talento natural para la política, la acumulación de
títulos universitarios no se lo va a proporcionar porque la formación académica
solo aporta conocimientos técnicos, no sentido común.
Ese talento natural al que hacemos
referencia, consiste por ejemplo, en ser consciente de que si una primera parte
contratante decide suspender o rescindir unilateralmente un contrato suscrito
con una segunda parte contratante, seguramente esa segunda parte contratante
responderá, en base al principio de reciprocidad y alegando el mismo derecho,
rescindiendo o suspendiendo otros contratos suscritos con la primera parte (1).
Ahora bien, de todo este tema del
deseo irrefrenable de los miembros de la casta política española por poseer
títulos académicos superiores lo que más llama la atención es un aspecto sobre
el que nadie parece haber caído y que consiste en que los políticos que
padecemos no suelen buscar ese título antes de ocupar un cargo de
responsabilidad sino que, precisamente, lo obtienen mientras que ocupan cargos
políticos sean estos de designación
directa o electivos. Así, Cristina Cifuentes obtuvo su "Máster"
mientras era Delegada del Gobierno en Madrid, Carmen Montón realiza su curso de
postgrado mientras era Diputada Nacional por Valencia, Pablo Casado realiza sus
cursos mientras fue Diputado en la Asamblea de Madrid, cargo que abandona en
2009 para ejercer de "director de gabinete" del ex presidente José
María Aznar y, finalmente, Pedro Sánchez comienza su Doctorado cuando era
Diputado Nacional por Madrid y ocupaba puestos de responsabilidad en el Partido
Socialista Obrero Español.
Si
bien lo analizamos, lo más lógico es estudiar, hacer los cursos de postgrado
que uno desee y formarse intelectualmente para, luego, dedicarse a la política
con responsabilidad y preparación; pero el camino elegido por los miembros de
nuestra casta política parece ser el contrario al que indica la lógica: primero
dedicarse a la política, luego alcanzar alguna relevancia en la misma y, por
último, realizar los cursos de postgrado o Másteres. Tal forma de actuar nos hace pensar que los
distintos miembros de dicha casta son de tan ínfima cualificación intelectual y
profesional que, solo desde una situación de prevalencia, pueden llegar a adquirir alguna titulación
superior. Nuestros políticos se asemejan al "Espantapájaros" de
"El Mago de Oz" (pido perdón a Frank Baum por comparar a su entrañable
personaje con los políticos españoles) que quería un cerebro y por tal, al
llegar a Oz, el Mago le obsequia con un diploma de titulado afirmando que con
tal papel nadie cuestionará su elevada preparación intelectual.
Ahora bien, esta infección de
"titulitis" que parece afectar a los políticos españoles y que
amenaza con gangrenar a nuestras universidades, porque quien lleva la peor
parte de toda esta historia resultan ser las universidades que al inclinarse
ante el poder político generan dudas sobre si no se inclinarán igualmente ante otros
poderes rebajando, en cualquier caso, el valor de los títulos académicos que
expiden, ¿A qué responde?.
Hay quien dice que tiene que ver con
las llamadas "puertas giratorias", pero lo cierto es que el político que
termina con un cargo en el consejo de administración de una gran empresa no lo
hace por su brillante currículum académico o profesional sino por la abultada agenda
de contactos que ha ido cultivando durante el ejercicio de sus funciones
públicas. ¿No será que ya ni siquiera las empresas privadas los quieren fichar
por sus contactos y que ahora las "puertas giratorias" se orientan
hacia los claustros de profesores de las universidades públicas o hacia el
funcionariado del estado?.
En realidad, la posesión de un
título académico oficial simplemente garantiza que se han realizado
determinados estudios lo cual faculta para acceder a determinadas categorías
profesionales, pero en ningún caso certifica, ni puede certificar a ciencia
cierta, que se esté en posesión de los conocimientos que se suponen que se
tienen que tener ni que se esté capacitado para el desempeño de grandes tareas.
Considerando que en los últimos años el gran mérito de nuestra casta política
es haber llevado al país al borde de la ruptura y desintegración y al pueblo
español a altas tasas de paro y pobreza, se podría decir que tal hecho objetivo
es prueba suficiente de lo que valen nuestros políticos así como los títulos
universitarios que ostentan.
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(1)
Este ha sido el caso de la famosa "suspensión" de la venta de
cuatrocientas bombas inteligentes a Arabia Saudí, que la Sra. Ministra de
Defensa, Margarita Robles, fue incapaz de vislumbrar que generaría alguna
medida por parte de Arabia al respecto de los contratos sobre la fabricación de
las fragatas encargadas a Navantia e incluso sobre el contrato del AVE a la
Meca.
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