Ciertamente la inmigración se ha convertido en la actualidad en un problema en sí misma pero en origen no era más que un simple síntoma de otros males que los gobernantes europeos no solo no tenían intención de paliar sino que incluso no les importaba fomentar, como era la decadencia de los valores europeos.
El inmigrante fue en origen requerido y llamado desde Europa para asumir los trabajos manuales y las tareas poco agradables que el ciudadano europeo se negaba a hacer porque la comodidad ha sido un valor en alza en la sociedad europea desde hace varias décadas. Asimismo el inmigrante era necesario para sostener los sistemas de seguridad social ya que la pirámide de la población europea tendía a invertirse al aproximarse demográficamente al crecimiento cero porque, no nos engañemos, tener hijos es una molestia para los europeos que han abrazado el epicureismo como filosofía fundamental de su existencia.
De este modo como rápida y fácil solución se pensó en una inmigración controlada, que nos sirviera a todos y enriqueciera a los de siempre, pero hay cosas que no se pueden controlar y detrás del inmigrante legal y controlado, terminaría deseando venir (y viniendo en definitiva) todo aquel ser humano que busca huir del hambre y de la miseria, llegando; con las divisas y cartas que el inmigrante radicado en Europa enviaba a los pueblos y ciudades del Tercer Mundo, la falsa leyenda del paraíso europeo; descontrolándose finalmente el fenómeno migratorio pues son las noticias que recibe por cualquier medio el ciudadano extranjero en su país de origen sobre la, más imaginaria que real, buena vida europea donde radica fundamentalmente el denominado “efecto llamada”.
El primer error fue creer que el inmigrante se integraría fácilmente en la vida y en la cultura europea quedando asimilado totalmente a un nativo del continente, pues buen, décadas de experiencia han demostrado que el inmigrante, sobre todo el musulmán y el africano, no solo no aceptan la cultura en la que viven sino que mantienen la suya propia exigiendo cambios legislativos que amparen sus usos y costumbres autóctonos y conservando su identidad plena en las segundas y siguientes generaciones, con lo que la inmigración ha degenerado en un conflicto cultural.
El segundo error fue que, al admitir los regrupamientos familiares masivos y el extender derechos asistenciales a los inmigrantes ilegales, se han desbordado los servicios públicos que no están preparados para un crecimiento demográfico tan rápido e incontrolado como el que se ha producido (En este sentido es de señalar que en 1980, se calculaba que España alcanzaría los cuarenta millones de habitantes en el año 2020 y esta cifra de población se ha alcanzado quince años antes a causa de la inmigración). Así la inmigración esta provocando un rápido hundimiento de los servicios públicos.
Y finalmente el último error ha sido la ampliación de la Unión Europea a estados que solo son nominalmente estados ya que poseen territorios y núcleos de población que están fuera de toda autoridad legalmente constituida, como es el caso por ejemplo de Lituania donde casi la mitad de la población son apátridas no siendo deseable pensar que pasará si la Unión Europea se amplía con estados como Turquía que posee territorios donde el estado turco está totalmente ausente.
Ahora, cuando los problemas creados por la inmigración amenazan con provocar estallidos sociales y, a consecuencia de la crisis económica, hay un exceso de mano de obra que hace que el inmigrante empiece a sobrar; las mentes pequeño burguesas que controlan la política europea responden, auxiliados por el silencio cómplice de ONGs, partidos de izquierdas y demás falsos apóstoles del humanitarismo, con una única solución: LA REPRESIÓN.
Aceptar que haya medidas de internamiento de hasta seis meses es sin duda un medio dinamizador de la economía al favorecer el sector inmobiliario en base a la construcción de centros de detención, pero sobre todo será, atendiendo al número de inmigrantes ilegales que hay en ciertos estados de la Unión Europea como es el caso español, convertir íntegramente a estos estados en prisiones (Es posible que entre los estados europeos se decida hacer negocios y se alquilen centros de internamiento los unos a los otros).
La única solución humana al problema de la inmigración, están en no admitir a más inmigrantes, favorecer el retorno a sus estados de procedencia de los que hay aquí y, sobretodo, ayudar a la población en sus países de origen. Para esto último se requiere y se precisa ampliar el derecho de intervención humanitaria, que ahora solo se da con ocasión de crisis provocadas por desastres naturales, a los casos de crisis provocadas por la mala gestión de gobiernos que condenan al hambre y a la desesperación a sus gobernados, por eso Europa debe amparar el derecho de intervenir directamente en estados cuyos gobiernos promuevan con su corrupción y su mala política la inmigración, derrocándolos y asumiendo la administración de esos territorios hasta la preparación de la población para su autogobierno y la adecuada explotación de sus recursos.
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