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viernes, 14 de noviembre de 2008

¡1914! LAS VANGUARDIAS Y LA GRAN GUERRA

Bajo este nombre y coincidiendo, este mes de noviembre, con el noventa aniversario del armisticio de 1918, el Museo Thyssen Bornemisza en colaboración con la Fundación Caja Madrid han inaugurado en Madrid una exposición que muestra la influencia que los acontecimientos históricos de los primeros años del Siglo XX tuvieron en el arte y la visión que los artistas de vanguardia plasmaron en su obra del desgarro europeo que supuso la Gran Guerra.

Próximo a conmemorarse el primer centenario del inicio de aquella locura ya es hora de que las instituciones públicas y privadas empiecen a dar a conocer aquel gran conflicto bélico injustamente eclipsado por si hija mayor, la Segunda Guerra Mundial, y que siendo “la guerra que iba a acabar con todas las guerras” se convirtió, tras los tratados de paz de 1919, en el origen de todos los conflictos posteriores y de los muchos y graves problemas internacionales que padece la humanidad en la actualidad.

La exposición reúne fundamentalmente obras pictóricas de diversos artistas de los países beligerantes que reflejan los distintos estilos artísticos imperantes en el primer tercio del Siglo XX, desde el primitivismo ruso de Natalia Gocharova al cubismo y surrealismo pasando por el futurismo. Igualmente hay presencia en la exposición, aunque escasa, de la escultura y de la literatura debiéndose mencionar algunas páginas escritas en las trincheras por Apollinaire (1880 - 1918) que representan los primeros poemas que más tarde serían reunidos y publicados en un volumen con el título de “caligramas”, precursores de la escritura automática y el famoso poema “Tengo una cita con la Muerte “ de Alan Seeger (1888 – 1916) que resume en unos pocos versos toda la incompetencia militar y estupidez de una guerra que hizo que cientos de miles de hombres tuvieran que vivir durante meses a dos metros bajo tierra saliendo a la superficie solo para morir.

La exposición aunque pequeña, cumple perfectamente con su función cultural y didáctica y aunque se echa de menos una mayor presencia de otras ramas del arte como la literatura y la escultura así como de los numerosos bajorrelieves plasmados en las medallas realizadas en toda clase de metales por grabadores como el alemán Karl Götz y los franceses Chaplain y Dropsy, precursores ambos del Arc Decó, es digna de visitarse y estará abierta al público hasta el 11 de Enero del 2009 en la Sala de Exposiciones de Caja Madrid y en el propio Museo Thyssen.

Quiero aclarar que la foto que acompaña al presente artículo, es el “Retrato como Soldado” de Otto Dix que puede verse en la exposición y que para que sirva de reflexión reproduzco el precitado poema de Seeger “Tengo una Cita con la Muerte”:

Tengo una cita con la muerte
en una trágica trinchera.
Cuando retorna primavera
regando flores en su viaje,
tengo una cita con la Muerte
bajo su límpido celaje.

Quizá me tome de las manos
y me conduzca a sus arcanos,
ahogando párpados y aliento;
quizá yo mismo pase inerte.
Tengo una cita con la Muerte
sobre un alud penoso y lento,
cuando retorna primavera
regando flores por doquiera.

Dios sabe cuánto más me agrada
entre la seda perfumada,
dormir de amores al impulso,
soplo con soplo, pulso a pulso,
donde hay amenos despertares.
Mas tengo cita con la Muerte,
en noche tétrica y macabra,
cuando se incendian los hogares
y primavera resucita…
y siendo fiel a mi palabra,
no he de faltar a nuestra cita!

viernes, 7 de noviembre de 2008

ESPAÑA Y LA PARÁBOLA DE LA CARROZA

Un precioso día de primavera, nuestro protagonista, de nombre desconocido y al que llamaremos “K”, por ser kafkiana letra como kafkiana puede ser esta historia; coronaba, tras un esfuerzo ligero, una loma lo suficientemente alta para divisar un bonito paisaje repleto de cimas y de valles cuando a los pies de la misma descubrió un grupo de gente esforzándose por sacar un carro de una vaguada a la que las recientes lluvias y deshielos habían convertido en una fangosa ciénaga.

“K” se apresuró a descender para sumarse a los esforzados seres empeñados en la noble tarea de liberar el carro del viscoso elemento cuando vislumbró que no era un carro lo que allí se encontraba preso sino una antigua carroza que aún conservaba vestigios de su pasada grandeza y hermosura, que sin duda recuperaría completamente tras las oportunas tareas de limpieza y reparación.

Sin pensárselo dos veces y lleno de entusiasmo, “K” se sumo al grupo humano que empujaban la carroza desde la parte trasera de la misma hacia la salida de la vaguada. Los trabajos colectivos que se hacían por sacar la carroza del barro dibujaban una obra pictórica del más puro romanticismo a la que se sumaban los gritos de ánimo y los jadeos provocados por los esfuerzos; más la carroza no solo no se movía lo más mínimo sino que, incluso de forma imperceptible, parecía un poco más hundida en el fango. A pesar de todo, las labores continuaban sin cesar.

“K” empujaba y empujaba, el barro ocultaba completamente su calzado y salpicaba toda su ropa, pero nada le hacía desistir de la libremente asumida tarea no percatándose de que nueva gente se sumaba a los intentos por sacar la carroza del fango mientras que otros, hartos ya de tanto trabajo estéril, los abandonaban retomando su camino.

En un instante en que “K” dejó de empujar para retomar el aliento y limpiarse con su pañuelo el sudor de la frente y el barro que ya le llegaba al rostro, echo una mirada escrutadora al grupo de sus esforzados compañeros de trabajo dándose cuenta de que había mucho de apariencia en la escena de la que era coprotagonista pues detecto que en el grupo no existía una finalidad homogénea. Y es que, efectivamente, en el grupo humano que rodeaba la carroza había unos que se sacrificaban hasta extremos heroicos para arrancar al fango su presa llegando incluso a sucumbir hundidos en el mismo, otros simplemente gritaban y gemían apoyados sobre algún punto de la carroza fingiendo un esfuerzo que realmente no realizaban, otros contrarrestaban con muy mala fe el esfuerzo de los primeros empujando en dirección contraria con igual fuerza e incluso había unos que se habían subido a la carroza instalándose cómodamente en ella, incrementando así el peso de la misma y aprovechándose del descuido de todos los demás para sustraerles las bolsas de dinero y otros efectos de valor.

“K”, se puso a gritar intentando organizar todo aquello. Animaba a los que hacían los mayores esfuerzos, a redoblarlos; recriminaba a los que fingían exhortándoles a empujar la carroza, intentaba organizar a los que hacían contra fuerza para que su trabajo fuera productivo y beneficioso para todos y ordenaba a los que estaban encaramados en la carroza que bajasen de ella devolviendo todo lo que habían robado, pero nadie le hacía caso y todos seguían a lo suyo sin orden ni concierto desoyendo todo consejo. Solo de vez en cuando, como si de un constante goteo se tratase, varias personas se marchaban abandonando el trabajo al tiempo que otras nuevas se incorporaban a él.

Habían transcurrido casi doce horas desde que “K” se había incorporado al grupo que rodeaba la carroza cuando fatigado, totalmente enfangado hasta llegar a confundirse con el suelo, rota su voz de tanto vocear animando y organizando inútilmente y viendo como algunos de los que empujaban animosamente dejaban de hacerlo para empezar a engrosar las filas de los que disimulaban o de los que contrarrestaban todo esfuerzo, o incluso, a intentar subirse al carruaje, abandonó hastiado los trabajos para seguir su camino dirigiéndose a la loma que estaba frente a aquella de la que provenía. Empezó a subir por su falda cuando, volviéndose, dirigió una última mirada a la carroza y al grupo que la rodeaban viendo que algunas personas habían abandonando el trabajo siguiéndole, al tiempo que otras nuevas llegaban prestas a ayudar ocupando el lugar que aquellos abandonaban. Mientras tanto la carroza seguía allí sin moverse ni un ápice, imperceptiblemente más hundida en el fango y solo sostenida en la superficie de la tierra por los esfuerzos renovados que aportaban los nuevos voluntarios que se incorporaban a los trabajos todo lo cual hizo pensar a “K” que mientras todo siguiera así las personas de buena fe tendrían la ilusión de sacar del fango a la carroza, pero qué esta jamás saldría de él y su supervivencia, que no ya la restauración en su antiguo esplendor, tan solo dependía del mantenimiento del frágil equilibrio de fuerzas existente que, de momento, se lograba gracias a la incorporación de las nuevas gentes de buena voluntad que sustituían a las que ya, experimentadas y desilusionadas, abandonaban por imposible todo trabajo. No obstante tal equilibrio de fuerzas no duraría eternamente y un momento llegaría en que se quebraría con las consiguientes consecuencias fatales para la carroza y para todos aquellos que la rodeaban pues al ser, de una u otra manera, el único punto de apoyo de todos ellos desaparecerían con ella arrastrados hasta lo más profundo de la ciénaga.

Esta es la parábola de la carroza…. Quien quiera entender que entienda que para el buen entendedor pocas palabras bastan y estas ya son concretamente 960, es decir, muchas.

sábado, 1 de noviembre de 2008

JUAN VAN HALEN: EL TRIPLE TRAIDOR

Con el ya cansino motivo del bicentenario de la Guerra de la Independencia y como era de esperar han proliferado las reediciones ediciones de conocidas y clásicas obras sobre la historia de aquellos acontecimientos como “Los Episodios Nacionales” de Galdós o “Historia del Levantamiento de España” del Conde de Toreno, pero también se han publicado otras obras biográficas o autobiográficas de personajes decimonónicos con motivo de presentarlos al gran público como paladines de la nación y de la libertad. Dentro de tal marco pseudos propagandístico y hagiográfico se ha de enmarcar la publicación de las “Memorias” del general Juan Van Halen por la editorial Devenir de Madrid.

Aunque la edición de las “Memorias” de Van Halen que presenta la editorial es extremadamente cuidada rozando el lujo de las antiguas joyas bibliográficas no deja de ser lamentable el sacrificio del más pequeño e insignificante de los árboles para dar a conocer las “Memorias” de semejante personaje.

Fue Juan Van Halen un espadón de segunda fila de entre los muchos que nos proporcionó el Siglo XIX español y cuyo aura de liberal defensor de la Constitución de Cádiz le valieron la fama y la fortuna en el pasado y el reconocimiento en el presente siendo todo ello tan inmerecido como injusto.

Juan Van Halen (1788-1864) nacido en Cádiz en el seno de una acomodada familia de origen holandés cursó estudios militares de los que se graduó como guardiamarina de la Armada Española en 1803 tomando parte, dos años más tarde, en la batalla de Trafalgar como subrigadier en la fragata Magdalena. El 2 de Mayo de 1808 le sorprende en Madrid, participando activamente en la lucha callejera contra el invasor francés y en la defensa del cuartel de Monteleón donde es herido.

Tras la batalla de Rioseco, se retira con el resto del ejército hacia Galicia recibiendo en El Ferrol el mando del cañonero Estrago con el que apoya la defensa terrestre de la plaza hasta su rendición en Enero de 1809. En esta fecha y apresado por las tropas francesas se le da a elegir entre servir a José Bonaparte o ser fusilado optando el “héroe” de la nación española por la primera opción.

Desde que Juan Van Halen se convierte en “Josefino” (soldado español al servicio de José Bonaparte) no deja de ascender en el ejército enemigo como prueba el hecho de que, nombrado oficial de la Caballería de la Grandee Armee, acude como invitado en París al bautizo del hijo de Napoleón al que llega a conocer en persona y a rendirle pleitesía. Los reveses sucesivos pero no decisivos que sufren los franceses en la Península Ibérica no le apartan de su lealtad al francés siguiendo fiel no se sabe bien si a José Bonaparte o a su equipaje hasta la batalla de Vitoria en 1812. En 1813, cuando la derrota de los ejércitos franceses en España ya es totalmente segura no duda ni un instante en desertar del ejército imperial y en pasarse nuevamente al bando español consiguiendo en 1814 mediante traición la entrega de las plazas ocupadas por los franceses de Lérida, Mequinenza y Monzón.

Tras la guerra de la independencia y seguramente por la mala imagen que debió dar su actitud tan voluble durante la misma no debió lograr los reconocimientos que su desorbitado ego requería y mostrándose una vez más como un soldado de fortuna, tras la fortuna recorrió el mundo, yendo en 1819 a engrosar las filas del muy amigo de las libertades ejército imperial ruso donde alcanza el grado de Teniente General durante la campaña sostenida contra los tártaros destacando en la batalla de Joserek (1820) donde es condecorado con las cruces de San Vladimir y San Jorge. En 1821, abandona Rusia y regresa a España donde las posibilidades de enriquecimiento y medro personal que le abre el pronunciamiento de Riego en Cabezas de San Juan el año anterior le evita mostrar su carácter humanista y liberal en la represión de los Decembristas en 1825.

Tal es el hombre, tal es el “héroe” del liberalismo español y tal es el “patriota” Juan Van Halen, un triple traidor que no dudó en traicionar a sus compatriotas que derramaban la sangre frente al francés por salvar su vida para después traicionar a su Rey José I, de quien tantos reconocimientos y favores obtuvo, por seguir conservando sus charreteras para finalmente, no haber dudado en traicionar a sus “hermanos liberales rusos” si el “Autócrata de Todas las Rusias”, Alejandro I, le hubiera concedido unas verstas de terreno y unos cuantos mujiks sobre los que descargar el látigo.

No obstante la vida y los hechos de Juan Van Halen deben conocerse porque su personalidad constituye el prototipo de hombre que lleva doscientos años encarnando y encaramándose en las Instituciones Españolas, sirviéndose del país y de su pueblo para su propio beneficio y que no conoce más nación que su propia persona ni más política que su propia economía.

jueves, 23 de octubre de 2008

LA ECONOMÍA: UN CONOCIMIENTO NATURAL

Existen en la humanidad una serie de conocimientos que, sin necesitar escuelas o academias, son consustanciales al hombre que los posee desde su nacimiento y los puede poner en práctica con la simple aplicación del sentido común siendo exclusivamente la necesidad de honores y reconocimientos superiores que tienen no pocos humanos los que han hecho imprescindibles crear titulaciones específicas garantes de la posesión exclusiva de un dominio sobre determinadas materias, elevadas a ciencias, cuya posesión es generalizada y gratuita.

Dentro de estos conocimientos naturales, se encuentra la economía que es una materia que todos ponen en práctica en el seno familiar sin necesidad de pasar por una facultad de ciencias económicas. La naturaleza de la economía es extremadamente sencilla y quedó magistralmente expuesta por Charles Dickens en su obra “David Copperfield”, cuando uno de los personajes expone al protagonista que la clave de la felicidad y de la buena economía radica en el siguiente axioma: “gana tres chelines y gasta tres chelines y el resultado será sencillamente una buena economía; gana tres chelines, gasta uno, invierte otro y ahorra el que queda y el resultado será la felicidad y una buena economía, por el contrario gana tres chelines y gasta cuatro y el resultado será la infelicidad y la ruina” y es precisamente en esto en lo que durante siglos se han basado no pocas economías individuales y la clave de toda economía sea familiar, nacional o internacional.

Hoy, cuando la situación económica amenaza con una depresión de larga duración, los grandes sacerdotes del economicismo licenciados por las más prestigiosas universidades internacionales y dirigentes de las más importantes instituciones económicas mundiales no acaban de encontrar soluciones y todas sus acciones, si no fracasan directamente, solo parchean el sistema económico hasta la siguiente crisis y es que lo que han de cuestionarse realmente es que la causa de las cíclicas crisis económicas es el modelo de crecimiento rápido y la búsqueda de un beneficio desproporcionado cuya conjunción ha hecho que la presente crisis pueda explicarse con aquel refrán muy castellano que reza: “la ambición rompió el saco”.

En los pasados años de expansión económica las empresas y particulares no dudaban en invertir todo su capital para obtener un gran beneficio y aún más, se endeudaban para invertir lo que no tenían y obtener así una ganancia mayor sin considerar el riesgo que asumían al no prever reserva alguna para los momentos difíciles y he aquí que tales momentos han llegado y se ha producido un retraimiento en el crédito ya que las entidades financieras no quieren dejar un dinero que prácticamente no tienen, un incremento en la morosidad que aumenta la falta de dinero en el sistema financiero y finalmente un importante riesgo para los ahorradores que tienen su capital en depósitos bancarios queriéndose paliar esta grave situación con inyecciones de dinero al sistema que se han demostrado inútiles pues la escasez de dinero es tan grande que todo dinero que se ha introducido hasta ahora en el sistema financiero no sirve para cubrir el agujero que parece sin fondo y en el momento presente con la bajada de los tipos de interés lo que se pretende es que además de las inyecciones de dinero público se introduzca dinero privado en el sistema pero tal medida lo único que provocará será un riesgo mayor para los económicamente más débiles y que nada de culpa tienen en el caos económico en que nos encontramos sumidos.

En la gran conferencia mundial sobre la economía que se ha convocado para los próximos días y que en palabras del Presidente Norteamericano, George Bush, tiene por objeto “Salvar a el sistema capitalista”, se idearan nuevos parches temporales o se rescataran antiguas fórmulas empleadas anteriormente, pero se ha de tener muy claro que ya no hay quien salve al economicismo capitalista que es simplemente la sumisión consentida de todo y todos a unas leyes económicas falsas y al beneficio de unos pocos. El capitalismo tal y como se entendía y conocía hasta ahora ha muerto con la presente crisis y solo se enfrenta al dilema de encontrar algún parche que le permita seguir subsistiendo unos años más con la amable apariencia de que le inviste toda su maquinaria propagandística o quitarse la máscara e imperar por la fuerza bruta sobre el mundo entero en la forma descrita por Jack Londón en su novela “El Talón de Acero”.

Si la humanidad quiere tener un futuro en paz y progreso es imprescindible prescindir de los brillantes académicos que actúan como gurús de la economía y replantearse la teoría del beneficio y del crecimiento. El beneficio ha de moderarse y el crecimiento ha de ralentizarse en aras de una mayor seguridad y para ello los estados han de adoptar medidas intervencionistas en economía y además tal vez, en el momento presente, deban ayudar más a las familias para que paguen las deudas contraídas con las principales entidades financieras y dejar a su suerte a las empresas y empresarios que han buscado el máximo beneficio sin tener en cuenta los riesgos que asumían incumpliendo así la obligación legal que contrae todo empresario de actuar en su actividad comercial con la diligencia de un buen padre de familia.

jueves, 16 de octubre de 2008

¡VIVA LA MUERTE!

Cuando en el día de la Hispanidad de 1936, durante el acto inaugural del curso universitario, el General Millán Astray iniciara, con el lanzamiento del grito de “¡Viva la Muerte, Muera la inteligencia!”, una agria polémica que ha llegado hasta nuestros días con el entonces Rector de la Universidad de Salamanca e insigne representante de la generación del 98, Don Miguel de Unamuno, seguramente sería ignorante de que el grito de “¡Viva la Muerte!” no era un grito salvaje e irracionalmente necrófilo y ni tan siquiera, como creían los seguidores extranjeros del General Franco, fruto originario de una apasionada mente española ante la sangría que era la guerra civil, sino que por el contrario fue racional y poéticamente creado por el literato francés más completo del Siglo XIX: Víctor Hugo.

Efectivamente, la primera documentación del grito de “¡Viva la Muerte!” se encuentra en la novela “Los Miserables”, concretamente en el capítulo IV de la quinta parte titulado “Cinco menos, y uno más” utilizándose tal expresión para manifestar la voluntad resuelta de morir en defensa de la barricada de un pueblo que ha hecho de su vida testimonio y desea hacer de su muerte firma y rúbrica de ese testimonio. Textualmente la cita es la siguiente:

“-Bien está. Elevemos la barricada a veinte pies de altura y muramos todos. Ciudadanos hagamos la protesta de los cadáveres. Mostremos que si el pueblo abandona a los republicanos, los republicanos no abandonan al pueblo.

(……………………………………………………..)

Después que el desconocido que decretó “la protesta de los cadáveres” hubo hablado, y dado la fórmula del sentimiento común, brotó de todos los labios un grito de extraña satisfacción; grito terrible, fúnebre por el sentido triunfal por el acento.

-¡Viva la muerte! Muramos todos”.

Curiosamente el “¡Viva la Muerte!” se convirtió, en la segunda mitad del Siglo XIX y hasta comienzos del Siglo XX, en el grito de guerra de los nihilistas rusos, existiendo autores como Jean Lombard que no duda en atribuirles, en su muy documentada obra “La Cara Oculta de la Historia Moderna”, la exclusiva invención de tal grito, aunque considerando que la aparición del nihilismo ruso es coetánea a la publicación de “Los Miserables” y que incluso la primera vez que aparece el término “nihilista” es en la novela “Padres e Hijos”, de Iván Turgenev que es publicada un año después de “Los Miserables”, no sería de extrañar que los nihilistas rusos no crearan la expresión sino que simplemente la tomaran directamente de la novela de Víctor Hugo máxime si consideramos que la expresión es utilizada en la novela en un momento de exaltación revolucionaria.

Por último, es de mencionar también que el grito de “¡Viva la Muerte!” reaparece en los momentos finales de la muy recomendable película francesa de 1974 “Nada”, dirigida por Claude Chabrol y en la que se narra las aventuras y desventuras de un grupo de activistas anarquistas que deciden secuestrar al embajador norteamericano en París convirtiéndose en una muy acertada crítica del terrorismo.

lunes, 13 de octubre de 2008

“ARA NUNDIRAN” de José María IPARRAGUIRRE

José María Iparraguirre, poeta y compositor vasco nacido en Villarreal de Urrechua (Guipúzcoa) en 1820 es conocido por haber compuesto la muy conocida y bella canción “Gernikako Arbora” (el Árbol de Guernica), verdadero himno a la tierra vasca y que, curiosamente, fue cantado por primera vez en el Café de San Luís de Madrid (actualmente un hotel en la calle Montera, esquina con Gran Vía, en el que se puede ver una placa conmemorativa de tal acontecimiento), pero su obra musical y poética no se limita en absoluto a dicha canción.

En 1833, la Primera Guerra Carlista le sorprende en Madrid estudiando en el Colegio de los Jesuitas incorporándose un año más tarde como voluntario al ejército de Carlos V en el que serviría hasta ser herido en la batalla de Arrigorriaga. Tras la guerra, no acepta el traicionero “Convenio de Vergara” y parte, junto con el Rey Don Carlos, al exilio durante el cual participa en las revoluciones de 1848 en Francia y se opone al golpe de estado del 2 de Diciembre de 1852 perpetrado por Napoleón, el pequeño (Napoleón III). En 1853 es indultado por el gobierno español regresando a España por Hendaya, desde donde, a la vista de los montes de su querida Euskalherria y amada España, compone la hermosa canción “Nere Etorrena Lur Maitera” (“Mi regreso a la tierra querida”) más conocida por las palabras iniciales del primer verso “Ara Nundiran” que contiene una entusiástica estrofa laudatoria hacia España que han llevado en la actualidad a cierta mutilación, o mejor dicho, censura por parte de ciertos sectores.

“Ara nundiran” es una composición poética en la que se manifiestan las características típicas de la obra de José María Iparraguirre cuales son el amor a la tierra, concretamente a Euskalherria, como patria chica y a España como patria grande y un profundo anhelo de libertad mezclado con cierto misticismo religioso.

El texto de esta famosa composición es el siguiente:

Nere etorrera lur maitera

Hara nun diran mendi maiteak!
Hara nun diran zelaiak!
Baserri eder zuri-zuriak,
iturri eta ibaiak.

Hendaian nago zoraturikan,
zabal-zabalik begiak,
hara, Espainia! lur hoberikan
ez du Europa guztiak.

Gero pozik bai Donostiara
Okendoarren lurrera,
zeru polit hau utzi beharra
nere anaiak hau pena!

Irutxulueta maitagarria
lore tokia zu zera,
Veneziaren grazi guziak
gaur Donostian balira.

Oi, Euskal Herri, eder maitea!
hara hemen zure semea,
bere lurrari mun egitera,
beste gabe etorria.

Zuregatikan emango nuke
pozik, bai, nere bizia;
beti zuretzat hil arteraino
gorputz ta arima guztia.

Agur bai, agur Donostiako
nere anaia maitiak,
Bilbaotikan izango dira
aita zaharraren berriak.
Eta gainera hitz neurtuetan
garbi esanez egiak,
Sudamerikan zer pasatzen dan
jakin dezaten herriak.

Mi regreso a mi tierra querida

Ahí están los montes queridos,
ahí están los prados
los caseríos bonitos, blancos, blancos,
las fuentes y los regatos.

Estoy en Hendaya loco de contento
anchos, anchos los ojos;
¡ahí está España!¡Tierra mejor
no la hay en Europa entera!

Luego, contento a San Sebastián,
a la patria de Oquendo,
cielo tan lindo tener que dejar,
¡qué pena, hermanos!

Iruchulo querido,
tú eres un florido jardín:
de Venecia las gracias todas
tiene nuestra Donostia.

¡Oh, Euskalerría hermosa y querida!
aquí está tu hijo,
que por besar tu suelo,
sin más, ha venido.

Por ti daría
contento mi vida;
para ti hasta la muerte,
cuerpo y alma del todo.

Adiós, pues,
hermanos queridos de Donostia,
desde Bilbao tendréis
del viejo padre noticias;
y además,
os contaré en verso
lo que pasa en Sudamérica
para que todos lo sepan.

lunes, 6 de octubre de 2008

“EL GENIO DEL CRISTIANISMO” de CHATEAUBRIAND

Hace más de treinta años que no se publicaba edición alguna en España de “El Genio del Cristianismo”, obra que lanzó definitivamente a la fama literaria a François Rene Chateaubriand (Saint-Malo, Bretaña, 4 de Septiembre del 1768 – París, 4 de Julio de 1848), siendo este año en el que nos encontramos en el que la editorial “Ciudadela Libros”, sumándose a la reivindicación que de la obra del célebre vizconde francés se inició hace tres años con la publicación íntegra de las “Memorias de Ultratumba” por la editorial “Acantilado”, publica nuevamente esta obra cumbre del romanticismo teniendo como base la primera edición en francés publicada en 1802 y que, a diferencia de las posteriores, incluía las conocidas novelas cortas y numerosamente publicadas por separado “René” y “Atala”.

Constituye “El Genio del Cristianismo”, no solo una bella composición literaria escrita en prosa que en no pocos momentos roza con la epopeya poética, sino que es además un ensayo, tal vez menos científico que hermoso, tendente a ensalzar la religión cristiana como única y verdadera fe y a ponerla en conexión con todas las manifestaciones estéticas del mundo y los avances de la humanidad que no habrían existido de no haber tenido inspiración y fundamento cristiano, llegando a afirmar el autor que “únicamente el cristianismo explica el progreso en las Letras y en las Artes”.

Aunque “El Genio del Cristianismo” esta escrito por su autor con el corazón no por ello se aleja del rigor científico y filosófico que hace muy posible que esta obra sea la más apasionada, efectiva y razonada defensa del cristianismo en general y del catolicismo en particular que se haya escrito nunca pues, a diferencia de otras apologías religiosas, esta obra de Chateaubriand se dirige más bien a convencer a los enemigos de la cristiandad que a deleitar a los convencidos feligreses de una parroquia, señalando desde el mismo comienzo de la obra que “La fe cristiana ha tenido tres tipos de enemigos desde su feliz aparición en la tierra: los heresiarcas, los sofistas y aquellos hombres que todo lo destruyen con la terrible arma de la risa y de los tres, éstos últimos son los más peligrosos”, pareciendo, a lo largo de sus páginas, que el objetivo concreto del autor es neutralizar la obra destructora de los frívolos que de todo hacen burlas y sornas, razonando y poniendo de manifiesto los logros materiales y reales de la religión cristiana.

“El Genio del Cristianismo” de Chateaubriand supuso tras su publicación en Francia en 1802 el comienzo de una renovación del catolicismo que encontró en esta obra inspiración y fundamento para elaborar teorías sociales, culturales y políticas que, basadas en la fe católica, sirvieran para reorganizar de una forma más justa las sociedades europeas gravemente alteradas por el ateísmo y el anticlericalismo difundido por la Revolución Francesa por lo que esta obra puede considerarse como la primera elaboración doctrinal del catolicismo político y social influyendo notablemente en autores como Dom Guéranger, Lamennais y, por supuesto, en todo el movimiento de los sociólogos católicos encabezados por De La Tour Du Pin y Le Play.

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