De nuevo mi
nieta Covadonga me induce a reflexionar sobre un tema. Llamaba a su casa para
hablar con mi hijo, su padre, cogió ella el teléfono y aprovechó para
preguntarme la fecha de la consolidación de la democracia en España (supongo
que para otro trabajo en el cole). Le contesté apresuradamente sobre la fecha
de la promulgación de la vigente Constitución. Pero luego me quedó el runrún de
la pregunta: ¿de verdad tenemos una democracia consolidada?.
Para responder
en profundidad a la pregunta, habremos de analizar lo que de verdad significó
eso que llamamos la Transición. Y echar la vista atrás para saber de dónde
veníamos cuando se produjo. En esta vieja piel de toro tuvimos hubo desde año
1936 al 39, casi tres años de guerra incivil, en la que como decía Julián
Marías hubo una “injustos vencedores y unos justos vencidos”. Cuatro eran los
problemas básicos que arrastraba este Estado. El religioso, el territorial, el
cultural y el económico. Una Iglesia, acostumbrada a controlar a la sociedad y
con un sistema de financiación a través del presupuesto estatal. El choque
entre el nacionalismo centrípeto y los periféricos, especialmente en Cataluña,
País Vasco y Galicia, con sus idiomas propios. El cultural con un analfabetismo
endémico y los estudios medios y superiores controlados, en su mayor parte,
eclesialmente. Y el político con una monarquía envilecida y una
pseudodemocracia en manos de un caciquismo asfixiante. La 2ª República intentó
cortar drásticamente estos problemas: separación de Estado e Iglesia, pero sin
respeto a la libertad religiosa; mantenimiento del centralismo, pero con una
vía excepcional para los tres Países con nacionalismos exigentes; extensión de
la cultura hacia todo el pueblo en un esfuerzo meritorio, con una pléyade de
maestros, intelectuales y artistas entregados vocacionalmente a esa labor; el
económico con los intentos de reforma agraria, torpedeados por los grandes
latifundistas agazapados en grupos
monárquicos y republicanos; una república que se definía de los trabajadores,
abrió paso al voto femenino e intentó someter el ejército a la autoridad civil.
La aparición del fascismo, los intentos socialista y anarquista de acelerar
revolucionariamente el cambio económico aplastados militarmente, la quema de
conventos, los asesinatos políticos, fueron el caldo de cultivo de la
sublevación contra el poder establecido y el inicio de la cruenta guerra civil.
Triunfante el bando sublevado, se estableció una dictadura, ahogadora de
libertades que reprimió durísisimamente durante 40 años cualquier protestar
popular. La jerarquía eclesiástica recobró sus privilegios y el régimen jugando
con la evolución de la segunda guerra mundial y el choque de la guerra fría
contra la Unión Soviética, logró su permanencia, firmando un concordato con la
Santa Sede y unos acuerdos con USA.
Los últimos
años del franquismo tuvieron varias características: la emigración hacia
Europa; el turismo que venía a nuestras playas; el paso de la autarquía
económica a una cierta apertura al exterior; el destape en el cine; el paso de
la miseria a un cierto bienestar y el abandono de los valores de la austeridad,
las luchas universitarias y obreras, el nombramiento de un sucesor, la
proclamación de libertad religiosa en el Concilio Vaticano II y la aparición de
las primeras fisuras en el idilio Iglesia-Estado, el asesinato de Carrero
Blanco, la marcha verde marroquí en el Sáhara, … La muerte del dictador, abrió
una etapa de incógnitas. Y empezó una serie de filigranas políticas para pasar
de un régimen atado y bien atado por unas leyes fundamentales a un sistema de
democracia parlamentaria: el nombramiento de Adolfo Suárez como presidente del
Gobierno, la aprobación por las Cortes franquistas de la ley de reforma
política, la legalización del partido comunista, las primeras elecciones con
candidaturas políticas después de muchos años de partido único, la redacción de
una Constitución y su sometimiento a referéndum posterior.
Por fin vio la
luz la Constitución vigente, promulgada el lejano 27 de diciembre de 1978.
Nacida del miedo a los horrores de la guerra civil y de la represión
franquista, con el deseo mayoritario de que no volvieran aquellos años
luctuosos. Procede de transacciones entre fuerzas políticas que recogían el
ansia de libertades de los luchas populares y los poderes fácticos que
propiciaban la apertura; entre el nacionalismo español y los periféricos (con
resistencia del vasco que motivó la abstención triunfante en su Comunidad);
entre los partidarios de poner la riqueza al servicio del pueblo y las
oligarquías económicas; entre el anhelo de la a confesionalidad del Estado y la
conservación de la preeminencia de la Iglesia Católica, amparada en su mayoría
sociológica: entre los partidarios de la forma republicana de gobierno y los
intereses de la dinastía nombrada por Franco. Esa fue la Transición que la
propaganda oficial presenta como modélica.
¿Democracia
consolidada?. Para mí, nació cojitranca, por:
*Haber
impedido al pueblo la decisión sobre la forma de gobierno: el dedo de dictador
nombrando al Jefe de Estado no pudo discutirse.
*Un injusta
ley de amnistía que impidió conocer y juzgar los delitos cometidos por ambos
bandos en la guerra y los crímenes del franquismo. A su amparo salieron de la
cárcel también asesinos etarras.
*Los Acuerdos
con la Santa Sede, preconstitucionales en su redacción aunque se aprobaran
después, que legitiman los privilegios eclesiales y mantienen el sistema de
financiación por vía de presupuesto.
*El paso del
centralismo a un régimen de café para todos, con un sistema de autonomías y de
competencias mal definido en la Constitución y fuente de conflictos continuos.
*Unas leyes
electorales que tienden a reforzar el poder de los partidos poderosos,
encauzados hacia un bipartidismo
imperfecto.
*Una segunda
Cámara, el Senado, inútil en su configuración.
*La
desfiguración del Parlamento como medio de controlar al ejecutivo que ha
quedado reducido a ser una caja de resonancia en cuanto un partido consigue
mayoría absoluta.
*La
politización de la cúpula del poder judicial, comprometiendo gravemente su
necesaria independencia.
*El
mantenimiento del privilegio medieval de aforamientos para los políticos, a
nivel autonómico y central.
*La pérdida de
la independencia medios de comunicación que tanto papel jugaron en la
transición, pues están cada vez más concentrados en manos del gran capital y
repiten machaconamente las consignas del pensamiento único.
*Las trabas a
la iniciativa legislativa popular, vendándole determinadas cuestiones,
imponiendo un número muy alto de firmas y cuando han llegado al Parlamento ha
sido rechazadas por la fuerza mayoritaria.
*La rigidez y
trabas excesivas para la tramitación de mociones de censura y el procedimiento
anquilosante de reforma de la propia Constitución.
Los
secuestros, extorsiones y asesinatos de ETA crearon el clima propicio para el
golpe de estado del 23 de febrero de 1981, con muchos puntos oscuros en su
génesis y desenlace que no sabemos si algún día serán desvelados. Hubo una
lección dolorosa: las marchas atrás en las libertades siempre son posibles en
la historia. Y ahí empezó un proceso de subordinación del ejército al poder
civil, desconocido en la historia de España. Llegada al poder del PSOE tuvo
cuatro consecuencias: el ingreso del Estado español en la OTAN y en el Mercado
Común con la pérdidas importantes en la soberanía definida en la Constitución;
el abandono por la socialdemocracia española de sus aspiraciones reformistas y la
aceptación de los principios liberales de enriquecimiento injusto y en corto
plazo; la inauguración de políticas de puertas giratorias entre el poder
político y las grandes empresas; y el chapucero, pernicioso y antijurídico
terrorismo de Estado para acabar con ETA.
Pero, a
trancas y barrancas, la democracia española ha funcionado varios años, gracias:
al Pacto de Toledo que creó un fondo de pensiones para atender las
retribuciones de las personas jubiladas; la extensión de la educación y la
sanidad a la totalidad de la población; y la aprobación de una ley de
dependencia, aunque sin consignación presupuestaria suficiente para atender las
necesidades de este cuarto pilar del Estado del Bienestar.
A pesar de la
rigidez extrema para la reforma de la constitución, se aprobaron dos: la que
permitió el voto en elecciones locales de los ciudadanos de la Unión Europea y
de terceros países con los cuales el reino de España hubiera firmado tratados
de reciprocidad. Peor fue y de extrema gravedad, la vía rápida con que , por
acuerdo de los dos partidos mayoritarios, y a instancias de la Troika, se dio
primacía a la austeridad presupuestaria sobre los derechos económicos y
sociales, tan recientemente conquistados. Al amparo de esta reforma, se cortó
la atención sanitaria universal y se implantaron hondos recortes en educación y
dependencia. No hubo rescate, pero el Estado asumió la deuda privada de los
grandes bancos, a través de la emisión de deuda pública, a ser pagada por los
ciudadanos y sus descendientes.
El descontento
popular ha ido en aumento. Fruto de ello, fue el movimiento de los indignados
que llenó plazas y calles al grito de “NO NOS REPRESENTAN”. Lo que se discute
hoy es la misma legitimidad del régimen nacido en la Transición.
Varios hechos
causan y expresan esta nueva situación:
*El
descubrimiento de grandes casos de corrupción, en los que se hallan enfrascados
tanto los partidos gobernantes, a nivel central y local, como organizaciones
sindicales.
*Las amnistías
fiscales para que los grandes defraudadores puedan satisfacer cómodamente sus
deudas con Hacienda.
*Las listas
hechas públicas de dineros de grupos financieros en paraísos fiscales.
*El
vaciamiento de grandes cantidades del fondo de pensiones por el gobierno
central para comprar deuda pública.
*El
empobrecimiento de las llamadas clases medias.
*La creciente
desigualdad social, con bolsas de pobreza, extrema y moderada, que nos sitúan a
la cola de los países europeos.
*Los contratos
basura de trabajo, a tiempo parcial, sin horarios, que no sacan de la pobreza,
fruto de la reforma laboral.
*La emigración
forzada y creciente de jóvenes investigadores, científicos, sanitarios y de
otras profesiones en busca de un trabajo que no encuentran aquí.
*La aparición
de nuevas formaciones políticas que, a pesar de su demonización por el poder y
por los mass media, han irrumpido en recientes elecciones, acabando con el
dominio del bipartidismo.
*La explosión
de violencias irracionales en el ámbito doméstico. en campos de fútbol y en las
calles, a veces ligadas a sentimientos xenófobos, que muestran una falta de
respeto hacia la vida y la dignidad de las personas.
¿No revela
todo esto que nuestra democracia no sólo no está consolidada, sino que se halla
en el fango y necesita una nueva refundación, a través de una segunda
transición?. ¿Pero es posible sin una educación social en valores de respeto,
solidaridad y diálogo?. ¿Para cuándo la exigencia de los Derechos
Fundamentales, de todos y para todos, por encima de instituciones, normas y
usos sociales injustos?. ¿Puede alguien, de buena fe, creer que leyes represivas, como la reciente
Mordaza, sean el camino?.
Pedro Zavala
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