A finales del pasado año 2014,
concretamente el 6 de Diciembre, se conmemoró el bicentenario del nacimiento,
en Reus, de don Juan Prim y Prats. La conmemoración, que no alcanzó especial
relevancia aunque sí más que otras que pasaron sin pena ni gloria (este año
2015 se conmemora el V Centenario del fallecimiento del Gran Capitán y parece
que nadie se ha enterado todavía), sí dio lugar a una serie de televisión de
dos capítulos que fue emitida en Diciembre, "Prim, Asesinato en la Calle
del Turco", basada en la novela homónima de Nacho Faerna, a una nueva exhumación de los restos del general
con su correspondiente nueva autopsia y a un sin fin de libros, biografías
unos, novelas otros e investigaciones criminológicas algunos; que se sumaron,
con mayor o menor fortuna, al carro conmemorativo.
Si dentro de las novelas publicadas
hay que destacar la ya precitada "Prim, Asesinato en la Calle del
Turco" de Nacho Faerna y "La Berlina de Prim" de Ian Ibson y dentro
de las obras catalogadas como investigaciones criminológicas hay que mencionar
las obras de Pérez Abellán "Matar a Prim" y "Prim, la Momia
Profanada" no cabe duda que la más destacada biografía que la
conmemoración del bicentenario del General Prim ha originado es "Prim,
Mucho más que una Espada" escrita por Emilio de Diego y publicada por la
editorial "Actas".
Alejándonos de la polémica abierta
entre Emilio de Diego y el periodista Pérez Abellán con motivo de las supuestas
causas y circunstancias de la muerte del General, diremos que "Prim, Mucho
más que una Espada" es una biografía aceptablemente correcta con evidentes
intenciones de convertirse en una hagiografía apologética de un personaje al
que es imposible salvar de duros los calificativos que, en cualquier país
serio, le hubieran supuesto el vilipendio de la historia.
Don Juan Prim y Prats es una
representativa muestra del prototipo de militar español del siglo XIX, un
militar que entiende la milicia no como profesión sino como trampolín desde el
cual alcanzar honores y lanzarse al coso político donde se encuentra su
verdadera vocación. Es este concepto del ejército, ampliamente extendido entre
los Jefes y Oficiales del ejército español decimonónico, el que marcará el famoso
"intervencionismo militar" en la política española hace dos siglos
siendo más justo hablar de una influencia de la política en el ejército que de
la influencia del ejército en la política del Siglo XIX.
Prim inicia su carrera militar
durante la I Guerra Carlista como soldado raso en un cuerpo de voluntarios que
lucha contra los carlistas ascendiendo por méritos de guerra hasta el
Generalato, recibiendo varias Cruces de San Fernando. Terminada la guerra, es
elegido diputado por Tarragona en 1841 enfrentándose a las tendencias
autoritarias del Regente del Reino, en aquel entonces, Baldomero Espartero.
Tras un intento de golpe de estado que protagoniza junto con Lorenzo Milans del
Bosch tiene que huir y refugiarse en Francia.
Tras participar en diversas
conspiraciones y desempeñar varias misiones político militares (Observador en
la Guerra de Crimea, Gobernador de Puerto Rico...) y concedérsele por Isabel,
llamada la II, los Títulos de Conde de Reus y Vizconde del Bruch (13 de
Diciembre de 1855) con la guerra de África de 1859-1860 llega la estrella del
General Prim a su cénit por su comportamiento en la Batalla de los Castillejos
que le vale ser nombrado por la hija de Fernando VII, Marques de los
Castillejos en 1864.
A pesar de tener una ajetreada vida
de conspirador y ser uno de los líderes
del llamado "Partido Progresista" son tres los hitos que marcarán a
don Juan Prim: la Guerra de África, la intervención militar en México y la
revolución de Septiembre de 1868 (La Gloriosa).
En cuanto al primero de los
acontecimientos, la Guerra de África de 1859-1860, lejos de ser un timbre de
gloria y eficacia de los mandos militares españoles debería haber dado mucho
que pensar por el gran esfuerzo acometido, por las insuficiencias de medios
demostradas y por la poca rentabilidad que se obtuvo. Tal es así que España
pudo perder esa contienda a pesar de enfrentarse a un ejército poco menos que
medieval.
Por lo que se refiere a la
Expedición a México, es de indicar que la misma surge del "Tratado de
Londres" en virtud del cual Francia, la Gran Bretaña y España acuerdan
enviar una fuerza expedicionaria a México a fin de garantizar la vida de sus
ciudadanos así como sus intereses económicos y el cobro de la deuda que ese
país tenía con las potencias signatarias. Mientras que Francia se embarca en
una aventura política en tierras aztecas queriendo instaurar la monarquía en la
persona de Maximiliano I, lo cual claramente excedía la finalidad del
"Tratado de Londres", Inglaterra logra todos sus objetivos cobrando
las cantidades que México le adeudaba y España no consigue nada más que perder
cierto prestigio internacional pues Prim, sin orden ni autorización del
gobierno que había suscrito el "Tratado de Londres" opta por
retirarse dejando patente la falta de credibilidad del gobierno de la nación y
su falta de control sobre sus fuerzas armadas.
Finalmente la revolución de
Septiembre de 1868, "La Gloriosa" constituirá el hecho más
representativo de la vida del General Prim pero también el que pone de
manifiesto las carencias morales del personaje y de toda una casta, la política,
que lleva mangoneando nuestro país desde hace dos siglos.
Los generales, entre los que se encuentra
el General Prim, que treinta
años antes habían impuesto a los españoles el reinado de la hija de Fernando
VII y a la que la debían tantos honores y prebendas deciden destronarla
sublevándose en Cartagena y abrir un periodo de inestabilidad política,
interregnos, gobiernos efímeros, breves repúblicas y guerras civiles que
culminará con el golpe de Estado de Martínez Campos en Sagunto.
Curiosamente lo más significativo del
"Sexenio Democrático" que se inició con "La Gloriosa" no
son tanto los hechos como los nombres de los hombres que derrocan a la hija de
Fernando VII, redactan la Constitución de 1869, juran lealtad a un rey que se
traen del extranjero y le sientan en el trono con el nombre de Amadeo I y
finalmente terminan arrastrándose a los pies de Alfonso, llamado el XII, para
crear el régimen de la llamada "Restauración". En este sentido, el "Sexenio
Democrático" es el periodo donde se pone de manifiesto toda la corrupción
moral y política de las gentes que habían dirigido el país desde el final de la
Guerra de la Independencia, lo cual no tendría la mayor transcendencia de
haberse corregido tal corrupción de la casta política en el siglo y medio
transcurrido en vez de haber persistido en ella con el consentimiento de los
gobernados hasta el momento presente.
Juan Prim y Prats, General del
Ejército, que había jurado lealtad a Isabel II y de la que recibió los títulos
de Conde de Reus, Vizconde del Bruch y Marqués de los Castillejos (1) junto con
el General Serrano, el Almirante Topete y otros muchos más traicionan el
juramento empeñado y destronan a doña Isabel para redactar una Constitución que
les permita arrastrar el Trono de San Fernando por todas las Cancillerías
europeas en busca de alguien a quien sentar en él no dudando en desestabilizar
Europa entera provocando la conflagración Franco-Prusiana de 1870-1871.
Los hombres de la revolución de
Septiembre de 1868, de "La Gloriosa", son los hombres que todo se lo
debían a doña Isabel, los mismos hombres que juraron lealtad a Amadeo de
Saboya, los mismos que después trajeron la I República y finalmente los mismos
que vivieron largamente del presupuesto sirviendo al régimen de "La
Restauración".
A pesar de querer dejar a salvo la
honorabilidad del General Prim, Emilio de Diego en su obra "Prim, Mucho
más que una Espada" no lo consigue pues no deja de poner de manifiesto las
numerosas contradicciones en las que incurrió el personaje que permiten deducir
al lector que el famoso General Prim no fue nada más que un ambicioso bastante
inmoral que, sirviéndose del ejército para hacer política y de la política para
servirse a sí mismo, solo aspiraba a llegar a las más altas magistraturas del
estado a costa de lo que fuera, incluso sirviéndose de la famosa "Partida
de la Porra" que acallaba a palos toda expresión u opinión que le
resultara hostil (2). No obstante, don Juan Prim y Prats no fue un hombre
distinto a los hombres políticos de su tiempo, tiempo que, a la vista de las
personas que desempeñan cargos políticos actualmente en nuestro país, parece
que no ha pasado y en el que si se quiere encontrar algo de honestidad y
vergüenza habría que fijarse en los carlistas y en los republicanos federales,
los cuales no transigieron con las componendas de hombres como don Juan Prim y
que, en no pocos casos, terminaron confluyendo (3).
"Prim, Mucho más que una
Espada" de Emilio de Diego es un libro que merece leerse porque nos previene
en política contra los sujetos ambiciosos que se mantienen en la indefinición
hasta el momento en que aparece claramente un vencedor a cuyo carro subirse y
nos muestra que la traición siempre es la madre, en muchas ocasiones
desconocida o no reconocida, de toda corrupción.
(1)
Previamente a sublevarse o bien inmediatamente después de su triunfo de 1868
bien pudo Prim haber renunciado a los honores y títulos que le concedió su,
hasta ese año, querida Isabel II, pero no lo hizo lo que permite deducir
lógicamente su falta de honestidad política.
(2)
La Partida de la Porra dirigida por Felipe Ducazcal era un grupo de treinta
personas que actuaba en Madrid contra los detractores de la política del
General Prim, especialmente contra los periódicos "El Papelito" de
tendencia carlista y "El Cascabel" de tendencia republicana.
Posteriormente "La Partida de la Porra" se extendió a toda la
geografía española y Ducazcal, al igual que sus mentores políticos, fue a
ponerse a servicio de la Restauración y de los gobiernos de Cánovas y Sagasta
hasta que la proclamación de la II República puso fin a sus salvajadas.
(3)
A modo de ejemplo debemos mencionar que don Federico Anrich que fue Ministro de
Marina durante la I República en el gobierno presidido por Pi y Margall terminó
siendo el general carlista al que se le encomendó la defensa de las costas del
Cantábrico durante la III Guerra Carlista.
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