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jueves, 7 de abril de 2016

DE ACADÉMICOS, PESCADEROS Y POLITICOS



La nueva adquisición de la Real Academia Española que ha tomado posesión del silla H hace pocas semanas, el escritor don Félix de Azúa, ha iniciado, más bien que protagonizado, una interesante polémica al afirmar que la actual alcaldesa de Barcelona, doña Ada Colau, "debería estar sirviendo en un puesto de pescado". Ante tal afirmación, ampliamente difundida por los medios de comunicación al ver en la misma una oportunidad de subir sus audiencias y de llenar minutos en sus reiterativas tertulias, los partidarios de Colau han salido en defensa de su líder como no podía ser de otro modo, siendo este país como es, enfrentándose al académico con apasionamiento ciego.

            En primer lugar, las dos personas implicadas en la polémica, el académico y la alcaldesa, deberían ser conscientes  cada una en la parte que les corresponde que "no ofende quien quiere sino quién puede" y que expresar simpatía o antipatía por tal o cual político se puede hacer de muy variadas formas, todas ellas amparadas por el derecho a la libertad de expresión y que, además, la inclusión de los políticos en algún gremio de asentadores de mercado ha sido, desde siempre, muy habitual en el debate político español. ¿O acaso nadie recuerda que el origen del duelo entre el Duque de Montpensier y Enrique de Borbón fue que el primero incluyó al segundo en el gremio de los pasteleros?.

            Ahora bien, nadie o muy pocos han caído en la cuenta de que la intención de insultar u ofender  a un individuo comparándolo o incluyéndole en una colectividad gremial implica una posible ofensa para el individuo y una segura opinión ofensiva sobre la colectividad en cuestión. La inmensa mayoría de los ciudadanos están excusados de esta ignorancia pero no así todo un académico de la Real Academia Española, que debería venir obligado a hacer un uso más culto, más exacto y menos coloquial del lenguaje.

            En la utilización coloquial de la lengua castellana, que una vecina llame a otra "verdulera" en una discusión de patio de vecindad cuando ninguna de las dos se dedica a vender hortalizas está claro que lo que la quiere llamar es "ordinaria" y cuando alguien dice de otro que "habla como un carretero", aunque circule por la vía pública en un Aston Martin, se refiere a que es muy mal hablado y que hace uso de blasfemias y juramentos. Decir que doña Ada Colau "debería estar sirviendo en un puesto de pescado", implica que quien esto afirma no tiene muy buena opinión, no ya de doña Ada Colau que como política y personaje público puede ser objeto de crítica, si no de los pescaderos a los que atribuye algún defecto o vicio que el diccionario que edita la institución que acoge a don Félix de Azúa no precisa, porque de "pescadero" solo viene una acepción que es la de "Persona que vende pescado, especialmente al por menor" y de "pescadería"(que la denominación común de los puestos de pescado) igualmente solo viene una acepción que es "sitio, puesto o tienda donde se vende pescado" (1).

Así pues, nos encontramos con una nueva vertiente de la polémica suscitada que es la inconcreta o inadecuada utilización de la lengua por parte de un académico que debería utilizarla con la misma exactitud que un químico utiliza sus fórmulas.

            Otra vertiente de la polémica es que la inmensa mayoría de las personas que han percibido una ofensa, en puridad lingüística inexistente,  hacia la alcaldesa de Barcelona, doña Ada Colau,  ha salido en su defensa pero nadie ha hecho mención, por nimia que pudiera ser, a la cierta ofensa a los pescaderos mostrando su actitud una psicología propia de aquellos que en otros tiempos afirmaban que "con el jefe se está siempre porque el jefe nunca se equivoca".

            El señor académico no ha hecho, como se pretende por algunas personas, una manifestación de machismo sino una manifestación de libre crítica política, aunque de dudoso gusto, y una inexcusable manifestación de ignorancia en el uso de la lengua que debería llevarle, no a la salida airosa de su dimisión, sino a su expulsión inmediata de la Real Academia Española a fin de que esta institución demuestre por una vez cuan equivocado estaba ese "insigne carlista, eminente autor y estrafalario ciudadano"  que fue don Ramón María del Valle Inclan cuando, diariamente, al pasar por la sede de la regia institución se orinaba en su puerta.



























            (1) Por su parte la tercera acepción de "pastelero" que contiene el Diccionario de la RAE es "persona acomodaticia en demasía, que elude las decisiones vigorosas".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un académico, en público, ha de emplear oraciones más elaboradas, pero olvidamos que los académicos, además de esto, son personas, y mientras no asumamos que ser académico no es sinónimo de más cultura, sobre todo en este país, haré uso de una frase leída en un foro de Internet sobre este individuo y cómo lo definía: un burro con muchos libros. Menguele era licenciado y Doctor.

La RAE no es más que el reflejo del poder político del momento y, por supuesto, no están los mejores. Por ejemplo Antonio Quilis nunca fue aceptado por tener criterio propio, pero si leen sus libros verán que algunos parecen escritos por un ángel. Arturo Pérez Reverte, diga lo que diga, entró con un gobierno del PP. Que no me diga que es anarquista.

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