Este año, nuestra reunión de Montejurra tiene una doble dimensión.
La
primera, que nos llena de satisfacción
tanto a mi esposa Ana María como a mí, es anunciaros a todos los españoles,
carlistas y no carlistas, el nacimiento de un nuevo miembro de la Dinastía.
Nuestro
hijo, el Príncipe Carlos Enrique, que junto a nosotros y a sus hermanas, las
Infantas Luisa Irene y Cecilia Beatriz y con toda mi Familia, nos comprometemos
a dar impulso al carlismo del siglo XXI sin desfallecer, como deseaba mi Padre,
Carlos Hugo.
Junto
a esta alegre, quiero referirme a otra, importante, especial, triste, si bien
esperanzadora también, como la primera.
Se
trata del recuerdo a aquellos miles de carlistas que hace 40 años, el 9 de mayo
de 1976 acudieron con mis Padres y mi
tía María de las Nieves, para reivindicar nuestros deseos de Prosperidad, Paz,
Democracia y Libertades, en el primer Montejurra que se celebraba desde la
desaparición del General Franco
Era
un momento en que todos los carlistas y muchos españoles pensaban que se iniciaba un proceso sin
marcha atrás, para alcanzar la plena normalidad política y social en nuestro
país. Aportando nuestras propias soluciones
Pero
en aquellos días, en los oscuros sótanos del régimen que aun no había iniciado
la Transición, se urdió un siniestro plan para acabar con el carlismo. La
intriga, convirtió en un baño de sangre
la reunión, ante la impávida inacción de las fuerzas del orden allí presentes.
En
Montejurra, encontraron la muerte Ricardo García Pellejero y Aniano Jiménez
Santos, carlista de Santander y también a otros muchos que como Ferrán Lucas
Zaragoza de Barcelona, Rafael Petrina, Jesús Vera, Bernarda Hurra, Jose Javier
Nolasco, junto a ellos, sufrieron secuelas y graves heridas, muchas provocadas
por armas de fuego.
Dos
meses más tarde, dimitió el Gobierno y parecía que la legalización del Partido
carlista, sería inminente, pero no sucedió así, ni tampoco en 1977 cuando el 10
de abril un importante diario de Madrid
decía:
“A partir de la próxima
semana parece qué el Gobierno tiene intención de ocuparse de los demás partidos
no legalizados. Estos partidos son, además del Carlista, que preside Carlos
Hugo de Borbón-Parma, todos los de ideología marxista que solicitaron su
inscripción en el registro oficial y cuya documentación fue remitida al
Tribunal Supremo.”
Hoy, sin que nadie nos haya pedido perdón, en este año de la
Misericordia, perdonamos con generosidad a los que nos han ofendido y
dañado, con el deseo de que nunca tengamos que recordar más agresiones ni
reivindicar a sus mártires.
Este
Montejurra de la Esperanza debe llevarnos a la acción. Para que vuelva la
esperanza, debemos tener presente lo que expresó mi Padre en su presentación.
“Tened Fe. La monarquía volverá”. Sí, volverá la monarquía popular que entonces
soñasteis y que ahora debe movilizar las voluntades para resucitar la verdadera
democracia, la de la participación.
Porque
la democracia no es sólo votar, es ante todo, participar, lo que se hace a
través de los partidos y entidades, que deben ser activos y generosos y con su
presencia, en las instituciones. No olvidemos, que una política egoísta, que no
acepta el pluralismo, no ayuda a gobernar.
Aquellas
grandes celebraciones rebosantes de lealtad lo envolvían todo: porque a pesar
de la larga época de vulgaridad política, vosotros supisteis mantener aquella
relación profunda entre los leales y sus abanderados sin la cual no existe
Legitimidad, que es más que un vínculo jurídico como se proclama en el
cuatrilema carlista.
Pero
no basta nuestra legitimidad, es preciso complementarla con la Legitimidad
Democrática.
De
la decadencia política, surge la incapacidad para aceptar y resolver los
cambios en las sociedades. Esta incompetencia acaba produciendo la pérdida de
la Legitimidad Democrática. Y convierte la política en un negocio, que los
carlistas bien sabemos que no es.
Cuando
esta gestión es egoísta y no está inspirada en el Bien Común, porque no se
acepta efectivamente el pluralismo, no se llega a los pactos y así no es
posible constituir gobiernos estables ni elaborar Leyes que exigen mayorías.
Del
mismo modo que la llamada Legitimidad de Origen -tan arraigada en el carlismo-
es mucho más que la Legalidad de la Sucesión, la Legitimidad Democrática
desaparece cuando las distintas tendencias se convierten en principios
fundamentalistas que impiden llegar a acuerdos.
Así
aparece el inmovilismo ideológico dentro de las propias creencias.
Por
esta razón, ahora se habla y mucho de la desafectación de
la gente respecto al Poder. Una situación que como la descrita, que en parte
existe hoy, solo se supera con esperanza y con acción a favor del Bien General.
Siguiendo
a Francisco I: “Hemos de aprender a
diseñar una cultura que privilegie el diálogo como forma de consenso”. Sólo
así volverá la Paz.
Esta
Paz también, pensando en Europa esta Europa que queremos construir a pesar de que
en momentos cruciales, es difícil compartir muchas de sus actuaciones, como las
que ahora hacen que miles de personas sean víctimas del egoísmo, incomprensión
y de la injusticia.
Los
carlistas que hemos sufrido también el exilio, la incomprensión y las secuelas
de las guerras, hemos de ser los primeros en defender con humanidad y
misericordia a todas las victimas extorsionadas de un doloroso exilio.
En
este mensaje, queridos carlistas, os transmito unos pensamientos, para que este
Montejurra de la Esperanza, nos lleve a la acción de una forma eficaz.
Podéis contar con mi fiel compromiso y el de
toda nuestra Familia en la mejor defensa de los Ideales, renovando una vez más
el profundo vínculo que nos une.
Europa, Mayo 2016
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