No obstante, la semana pasada el
informe de "CÁRITAS" parece ser que, lamentablemente, nos daba la
razón al afirmar que más de la mitad de las personas que reciben ayuda de esta
ONG católica tiene trabajo pero que el mismo solo les genera ingresos para
hacer frente a las obligaciones económicas perentorias contraídas con diversos
proveedores (alquiler, suministros diversos, etc...) pero no para permitirse
gastos en cultura o entretenimiento ni para comprar comida, la cual les es
suministrada en los distintos puntos que la ONG tiene distribuidos por toda la
geografía española.
El verdadero problema que se afronta
y que como una bola de nieve irá creciendo con los años radica en que las
condiciones laborales que hoy en día han de aceptar los trabajadores son cada
vez peores en cuando a estabilidad y salario.
A diferencia de lo que ocurría en
España hace tan solo cincuenta años las posibilidades de que un trabajador
comience y termine su vida laboral en la misma empresa son prácticamente nulas.
En la actualidad cualquier trabajador, por motivos siempre ajenos a su
voluntad, pasará por diversas empresas a lo largo de su vida activa y alternará
periodos de ocupación con periodos de desempleo lo que no solo constituye una inestabilidad
laboral sino sobre todo una inestabilidad vital que le impedirá hacer de manera
racional planes de futuro a medio o largo plazo ya que difícilmente alguien
puede contraer obligaciones económicas de tracto sucesivo y prolongadas en el
tiempo, como puede ser una hipoteca, cuando no tiene garantizado el empleo más
de cinco años consecutivos como mucho.
Por otra parte, las condiciones
salariales que hoy sufren los trabajadores son claramente leoninas y a la baja no
sirviendo de nada establecer un Salario Mínimo Interprofesional cuando se
permiten contratos de unas pocas horas a la semana que se traducen en salarios
de trescientos, cuatrocientos o quinientos Euros al mes con los que un ser
humano tan solo puede evitar a duras penas, y siempre haciendo malabarismos a
fin de mes, que le corten los suministros o le desahucien de la vivienda.
Esta realidad impuesta al mundo
laboral unida al hecho de que los jóvenes cada vez se incorporan a él más tarde,
aún siendo pésima, no es lo peor que puede pasar ya que lo peor está por venir al
encontrarnos ante una verdadera bomba de relojería que explotará inexorablemente
dentro de veinte o treinta años cuando los trabajadores que hoy se encuentran
trabajando en estas condiciones accedan a la jubilación y tengan que vivir con
las pensiones generadas por las bases de cotización de tan bajos salarios y de
semejantes contratos.
Hoy, tal y como afirma el informe de
"CARITAS" publicado la semana pasada, el acceso al mundo laboral no
garantiza ni la dignidad ni la inserción social, sirviendo en un número
creciente de casos tan solo para proporcionar a los trabajadores el pan de la
miseria y justificar supuestos éxitos económicos del gobierno que solo son éxitos
estadísticos sin una auténtica transcendencia real.
Enfrentando esta tragedia real lo
primero que hay que hacer es plantearse qué tipo o modelo de sociedad queremos
y cuál es la que, las medias políticas y económicas adoptadas hasta ahora por
los distintos gobiernos, está creando porque evidentemente estamos en un
momento no deseado ni deseable de transición de una sociedad de clases hacia una
sociedad estamental donde los estamentos superiores estarán integrados por
aquellos que tengan un trabajo asegurado de por vida. Ya ni vale ni sirve que
gurús de la economía y de la política hagan vagas propuestas económicas o
promesas electorales; son necesarias medidas concretas para que el trabajo sea
accesible a todos aquellos que quieran y necesiten trabajar y que vuelva a ser
un medio de dignificar y socializar a la persona y para ello tal vez haya que
ir pensando en volver a proteger el trabajo estable e imponer una ley de hierro
a los beneficios empresariales que no pueden seguir manteniéndose en un
trescientos o cuatrocientos por cien a costa de los salarios que perciben los
trabajadores y de los precios que pagan los consumidores.
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