Yo, que recién aterrizado de las que fueron las frías tierras del eterno invierno (Hibernia, Irlanda o Eire, según guste) empezaba el presente curso con sorna, ironía y buen humor, antes de una semana me encuentro con la dura y triste realidad de nuestro país.
A la irresponsable actitud alarmista ante la Gripe A, a la absurda ceguera frente a la grave crisis económica que padecemos, a las eternas riñas de patio de colegio de los políticos, a la pandemia terrorista y a las eternas amenazas secesionistas, se suma ahora la guerra de Afganistán.
Afganistán es un país en ininterrumpida guerra desde que la entonces Unión Soviética invadiera el país en 1979 para sostener al gobierno comunista en su dura lucha contra la guerrilla islámica y en nada ha cambiado la situación tras la intervención militar de la OTAN en el año 2001 pudiéndose afirmar que el periodo más estable y pacífico de Afganistán es el comprendido entre 1919 (año en que termina la guerra anglo-afgana con la independencia del país asiático) y 1973 (año en el que un golpe de estado comunista acaba con la monarquía).
Los bombardeos de la OTAN en el año 2001 y la posterior ocupación del país por fuerzas militares de diversos estados de la alianza se nos ha querido vender a la población occidental en general y a la española en particular como una operación humanitaria para construir infraestructuras, entrenar fuerzas militares autóctonas y garantizar la seguridad de las elecciones en un país que tiene tantos líderes políticos como tribus ocultando en todo momento la situación bélica en la que vive Afganistán actualmente.
No voy a entrar a valorar la dudosa legalidad y la segura inmoralidad de los bombardeos del año 2001 y tampoco si estos respondían más a un acto de represalia por los atentados del 11 de Septiembre que a una operación policial de búsqueda y detención de terroristas, pero sí voy a recalcar que se ha engañado y se sigue engañando a la población española, la cual mayoritariamente desea ser engañada, sobre la situación en la que se encuentran nuestros soldados en Afganistán. En el país asiático no se esta produciendo ningún deterioro de la situación sino que simple y llanamente la situación hoy es la misma que hace dos años o la de hace treinta, es decir, es una situación de guerra clara y abierta entre unas fuerzas militares regulares y un grupo, no precisamente pequeño, de insurgentes que llevan a cabo una guerra de guerrillas.
Es cierto es que, a diferencia de lo que pasó en Irak, el silencio y la opacidad informativa sobre lo que ocurría y ocurre en Afganistán unido a la indiferencia con que la mayoría de la población acoge el hecho de que soldados que no conocen de nada y que no forman parte de sus respectivas familias vayan a derramar su sangre en tierras lejanas defendiendo intereses desconocidos y la cierta “alegría infantil” con la que centenares de jóvenes deciden ir voluntarios a misiones militares en el extranjero para “volver y liberarse de la hipoteca”, ha garantizado la neutralidad de la población y la ausencia de protestas contra el despliegue de fuerzas españolas en Asia Central, pero lo cierto es, que si un soldado español resulta herido aunque sea levemente toda la sociedad española debiera sentirse igualmente herida.
El ejército español y sus soldados están para servir a España y a la población española y no ser meros peones en el tablero de ajedrez en el que las grandes potencias han convertido el Asia Central desde hace casi dos siglos. Ningún español puede consentir que nuestro país se convierta en una carnicería donde cualquier otro estado venga a comprar carne de cañón a cambio de unas pequeñas contrapartidas políticas o económicas y si España se viera en la dolorosa y no deseable situación de ir a una guerra ha de ser solo para su propia defensa o para satisfacción de sus propios intereses y no intereses ajenos o poco claros.
Por todo ello es imprescindible que no nos dejemos engañar más, que abandonemos la indiferencia y que EXIJAMOS la inmediata vuelta a casa de todos los soldados españoles estén donde estén y qué jamás se vuelva a enviar a ninguno a lejanas y extrañas guerras en las que no se nos ha perdido nada porque, si permanecemos en silencio, nos convertiremos en cómplices culpables del mal hacer de nuestros gobernantes y compartiremos con ellos la responsabilidad moral por las pérdidas de vidas humanas que puedan producirse.
2 comentarios:
Tienes toda la razón, y a mi me gustaría saber donde están ahora todos esos actores que pedían el no a la guerra y la vuelta de nuestros soldados cuando el pp gobernaba...nos han dejado claro que no esperaban salvar y traernos a casa a nuestros soldados sino que lo que esperaban es que el psoe subiera al gobierno. Haún recuerdo a esa "Pilar Barden" gritando que vuelvan los soldados de irak... y ahora que? no gritas?
Hoy ha muerto un soldado español en Afganistán y ¿Para qué?.
Dicen que estan allí para estabilizar un gobierno, instruir fuerzas militares autóctonas e incluso para garantizar elecciones libres, en cambio si nuestros pescadores necesitán protección la Sra. Ministra de Defensa dice que contraten seguridad privada.
Más vale que traigan a nuestros soldados de Afganistán, Kosovo y demás sitios donde los tienen y den más protección a nuestros pescadores.
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